divendres, 30 de juny del 2017

La Destrucción de la Gran Biblioteca de Alejandría

Alejandría, una de las mayores ciudades del mundo antiguo, fue fundada por Alejandro Magno después de su conquista de Egipto en el año 332 antes de Cristo. Tras la muerte de Alejandro en Babilonia en el 323 a. C., Egipto pasó a uno de sus lugartenientes, Ptolomeo. Fue bajo Ptolomeo cuando la Alejandría recién fundada vino a sustituir a la antigua ciudad de Menfis como capital de Egipto. Este hecho marcó el inicio del apogeo de Alejandría. Sin embargo, ninguna dinastía pudo sobrevivir mucho tiempo sin el apoyo de sus súbditos y los Ptolomeos eran muy conscientes de esto.
Por tanto, los primeros reyes de la dinastía Ptolomea buscaban legitimar su dominio a través de muchos medios diversos, incluso asumiendo el papel de faraones, fundadores del culto grecorromano de Serapis y convirtiéndose en mecenas de eruditos y maestros (una buena manera de mostrar su propia riqueza). Fue este mecenazgo por parte de Ptolomeo el que dio lugar a la creación de la gran Biblioteca de Alejandría. A través de los siglos la Biblioteca de Alejandría se convirtió en una de las bibliotecas más grandes e importantes del mundo antiguo. Los grandes pensadores de la época, los científicos, los matemáticos, los poetas de todas las civilizaciones fueron a estudiar e intercambiar ideas en ella.
Nada menos que 700.000 pergaminos llenaban sus estantes. Sin embargo, en una de las mayores tragedias del mundo académico, la biblioteca se perdió en la historia y los estudiosos todavía no son capaces de ponerse de acuerdo sobre la forma en que fue destruida.
Representación artística de la Biblioteca de Alejandría.
Representación artística de la Biblioteca de Alejandría. Fuente de la imagen.
Tal vez uno de los relatos más interesantes sobre de su destrucción sea el proviente de los relatos de los escritores romanos. Según varios autores, la Biblioteca de Alejandría fue destruida, accidentalmente, por Julio César durante el asedio de Alejandría en el 48 antes de Cristo. Plutarco, por ejemplo, explica lo siguiente:
“..cuando el enemigo trató de cortar su flota (la de Julio César), se vio obligado a repeler el peligro mediante el uso de fuego, y esto se extendió desde los astilleros y destruyó la gran biblioteca.” (Plutarco, La vida de Julio César, 49.6)
Sin embargo, esta historia resulta cuando menos dudosa visto que la Musaeum (o Mouseion) de Alejandría, justo al lado de la biblioteca, resultó “ilesa”, siendo mencionada por el geógrafo Estrabón unos 30 años después del asedio de César a Alejandría. Sin embargo, Estrabón no menciona a la Biblioteca, apoyando así la afirmación de que César fue el responsable de su quema y destrucción. Aun así, como la biblioteca era anexa al Musaeum, y Estrabón mencionó a ese último, es posible que la biblioteca aún existierse en la época de Estrabón. Su omisión tal vez se pueda atribuir a la posibilidad de que Estrabón no sintiese la necesidad de hablar sobre ella puesto que ya había mencionado el Musaeum, o tal vez sintiese que la biblioteca ya no era un centro de eruditos como antaño. Además, se ha sugerido que los manuscritos más importantes no se encontraban en la biblioteca, sino en unos almacenes cercanos al puerto que fueron destruidos por el fuego de César.
Los segundos posibles culpables serían los Cristianos del siglo 4 d. C. En el año 391 d. C., el emperador Teodosio emitió un decreto que ponía oficialmente fuera de la ley las prácticas paganas. Así, el Serapeum o Templo de Serapis en Alejandría fue destruido. Sin embargo, éste no fue el caso de la Biblioteca de Alejandría, ni de otra biblioteca de cualquier tipo. Por otra parte, no existen fuentes antiguas que mencionen la destrucción de ninguna biblioteca en aquel momento. Por tanto, no existen evidencias de que los Cristianos del siglo IV la destruyesen.
El último posible culpable de este crimen podría ser el califa musulmán, Omar. Según cuenta un determinado relato, un cierto “John Grammaticus” (490-570) pregunta a Amr, el victorioso general musulmán, algo sobre “los libros en la biblioteca real”. Amr escribe a Omar para obtener instrucciones y Omar responde: “Si los libros están de acuerdo con el Corán, no tenemos necesidad de ellos; y si son opuestos al Corán, hay que destruirlos”. Sin embargo existen al menos dos problemas con esta historia. En primer lugar, tampoco aparece mención alguna sobre ningyna biblioteca, sólo habla de libros. En segundo lugar, este texto fue escrito por un escritor cristiano sirio, lo que quiere decir que puede tratarse de un relato inventado con el que empañar la imagen de Omar.
Por desgracia, la arqueología no ha sido capaz de aportar mucho a la hora de poder desvelar este misterio. Para empezar, rara vez se han encontrado papiros en Alejandría, posiblemente debido a las condiciones climáticas que son desfavorables para la preservación de la materia orgánica. En segundo lugar, tampoco se han descubierto restos de la Biblioteca de Alejandría. Esto se debe al hecho de que Alejandría todavía está habitada en la actualidad y sólo se autorizan excavaciones arqueológicas de emergencia.
Si bien puede ser conveniente culpar a un hombre o a un determinado grupo de la destrucción de la que muchos consideran como mayor biblioteca del mundo antiguo, esto convierte la cuestión en algo demasiado simple. La biblioteca no pudo haber ardido, sino más bien debió haber sido abandonada, gradualmente, con el tiempo. Si la biblioteca fue creada para la exhibición de la riqueza de Ptolomeo, entonces su caída podría también relacionarse con su deterioro económico. Como el poder del Egipto ptolemaico disminuyó a lo largo de los siglos, esto pudo haber afectado al estado de la Biblioteca de Alejandría. Si la biblioteca sobrevivió durante los primeros siglos después de Cristo, sus días de oro fueron los sucedidos mucho antes, cuando Roma se convirtió en centro del mundo.
Imagen destacada: Una de las teorías sugiere que la Biblioteca de Alejandría fue incendiada. “El incendio de la Biblioteca de Alejandría”, de Hermann Goll (1876).
Fuente: Ancient Origins
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La Biblioteca Real de Alejandría fue en su época la más grande del mundo. Situada en la ciudad egipcia de Alejandría, se cree que fue creada a comienzos del siglo III adC por Ptolomeo I Sóter y que llegó a albergar hasta 700.000 volúmenes, los cuales equivalen aproximadamente a unos 100.000 libros impresos de hoy.
La destrucción de la Biblioteca de Alejandría es uno de los más grandes misterios de la civilización occidental. Se carece de testimonios precisos sobre sus aspectos más esenciales, y no se han encontrado las ruinas del Museo, siendo las del Serapeo muy escasas. En el Oriente y en el Occidente, entre los cristianos y los musulmanes, se han cruzado durante siglos mutuas acusaciones de culpabilidad acerca de la destrucción de este gran centro intelectual. El carácter polémico, evasivo, y cordialmente tedioso del tema ha propiciado decenas de hipótesis.
La Gran Sala de la antigua Biblioteca de Alejandría en Egipto. Reconstrucción basada en datos documentales
Desde el siglo XIX, los eruditos han intentado comprender la organización y estructura de la biblioteca, y se ha debatido largo y tendido sobre su final. Los conocimientos sobre la Biblioteca, cómo fue, cómo trabajaron sus sabios, el número exacto de volúmenes e incluso su misma situación son escasos, ya que muy pocos testimonios tratan sobre tan gran institución, y aun estos son esporádicos y desperdigados. Los investigadores y los historiadores de los siglos XX y XXI han insistido en que se ha formado una utopía retrospectiva en torno a la Biblioteca de Alejandría. No hay duda de que la biblioteca existió, pero apenas hay certezas en lo escrito sobre ella. Se han hecho centenares de afirmaciones contradictorias, dudosas y simplemente falsas, realizando suposiciones a partir de muy pocos datos que, la mayoría de las veces, son sólo aproximaciones.
La biblioteca en la Antigüedad
Ptolomeo II Filadelfo (308-246 a.C.) y su esposa, impulsores de la Biblioteca.
Demetrio de Falera (350? a.C.-?)
Tolomeo I Sóter (367/6-283/2 a.C.)
La Gran Biblioteca de Alejandría, llamada así para distinguirla de la pequeña o hermana biblioteca en el Serapeo, fue fundada por los primeros Ptolomeos con el propósito de ayudar al mantenimiento de la civilización griega en el seno de la muy conservadora civilización egipcia que rodeaba a la ciudad alejandrina. Si bien es cierto que el traslado de Demetrio Falereo a Alejandría (en el año 296-295 adC) está relacionado con la organización de la biblioteca, también es seguro que al menos el plan de esta institución fue elaborado bajo Ptolomeo Sóter (muerto alrededor de 284 adC), y que la finalización de la obra y su conexión con el Museo fue la obra máxima de su sucesor, Ptolomeo II Filadelfo. Como Estrabón no hace mención de la biblioteca en su descripción de los edificios del puerto, parece evidente que no estaba en esta parte de la ciudad; además, su conexión con el Museo permitiría ubicarla en el Brucheion, el distrito real situado en el noreste de la ciudad.

Este santuario acogía un pequeño zoológico, jardines, una gran sala para reuniones e incluso un laboratorio. Las salas que se dedicaron a la biblioteca acabaron siendo las más importantes de toda la institución, que fue conocida en el mundo intelectual de la antigüedad al ser única. Durante siglos, los Ptolomeos apoyaron y conservaron la biblioteca que, desde sus comienzos, mantuvo un ambiente de estudio y de trabajo. Dedicaron grandes sumas a la adquisición de libros, con obras de Grecia, Persia, India, Palestina, África y otras culturas, aunque predominaba la literatura griega.
La biblioteca del Museo constaba de diez estancias dedicadas a la investigación, cada una de ellas dedicada a una disciplina diferente. Un gran número de poetas y filósofos, que llegaron a ser más de cien en sus mejores años, se ocupaban de su mantenimiento, con una dedicación total. En realidad se consideraba el edificio del Museo como un verdadero templo dedicado al saber.
Se sabe que desde el principio la biblioteca fue un apartado al servicio del Museo. Pero más tarde, cuando esta entidad adquirió gran importancia y volumen, hubo necesidad de crear un anexo cercano. Se cree que esta segunda biblioteca (la biblioteca hija) fue creada por Ptolomeo III Evergetes (246 adC-221 adC), y se estableció en la colina del barrio de Racotis (hoy llamada Karmuz), en un lugar de Alejandría más alejado del mar; concretamente, en el antiguo templo erigido por los primeros Ptolomeos al dios Serapis, llamado el Serapeo, considerado como uno de los edificios más bellos de la Antigüedad. En la época del Imperio Romano, los emperadores la protegieron y modernizaron en gran medida, incorporando incluso calefacción central mediante tuberías con el fin de mantener los libros bien secos en los depósitos subterráneos.
Los redactores de la biblioteca de Alexandría eran especialmente conocidos en Grecia por su trabajo sobre los textos homéricos. Los redactores más famosos generalmente llevaron el título de bibliotecario principal.
La diversidad geográfica de los eruditos muestra que la biblioteca era de hecho un gran centro de investigación y aprendizaje. En 2004, un equipo egipcio encontró lo que parece ser una parte de la biblioteca mientras excavaba en el Brucheion. Los arqueólogos descubieron trece salas de conferencias, cada una con un podiumcentral. Zahi Hawass, el presidente del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, calcula que en las salas excavadas hasta ahora se habría podido acoger a unos 5.000 estudiantes , lo que indica que era una institución muy grande para su época. En el siglo II adC, Eumenes II fundó un centro a imitación de la biblioteca en Pérgamo.
Organización
Reconstrucción de los armarios de la Biblioteca de Alejandría
Ptolomeo II encargó al poeta y filósofo Calímaco la tarea de catalogación de todos los volúmenes y libros. Fue el primer bibliotecario de Alejandría, y en estos años las obras catalogadas llegaron al medio millón. Unas se presentaban en rollos de papiro o pergamino, que es lo que se llamaba “volúmenes”, y otras en hojas cortadas, que formaban lo que se denominaba “tomos”. Cada una de estas obras podía dividirse en “partes” o “libros”. Se hacían copias a mano de las obras originales, es decir “ediciones”, que eran muy estimadas (incluso más que las originales) por las correcciones llevadas a cabo. Las personas encargadas de la organización de la biblioteca y que ayudaban a Calímaco rebuscaban por todas las culturas y en todas las lenguas conocidas del mundo antiguo y enviaban negociadores que pudieran hacerse con bibliotecas enteras, unas veces para comprarlas tal cual, otras como préstamo para hacer copias.
Los grandes buques que llegaban al famoso puerto de Alejandría cargados de mercancías diversas eran inspeccionados por la guardia, tanto en busca de contrabando como de textos. Cuando encontraban algún rollo, lo confiscaban y lo llevaban en depósito a la biblioteca, donde los amanuenses se encargaban de copiarlo. Una vez hecha esa labor, el rollo era generalmente devuelto a sus dueños. El valor de estas copias era altísimo y muy estimado. La biblioteca de Alejandría llegó a ser la depositaria de las copias de todos los libros del mundo antiguo. Allí fue donde realmente se llevó a cabo por primera vez el arte de la edición crítica.
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Los libros
Se sabe que en la biblioteca se llegaron a depositar el siguiente número de libros:
200.000 volúmenes en la época de Ptolomeo I
400.000 en la época de Ptolomeo II
700.000 en el año 48 adC, con Julio César
900.000 cuando Marco Antonio ofreció 200.000 volúmenes a Cleopatra, traídos de la Biblioteca de Pérgamo.
Cada uno de estos volúmenes era un manuscrito que podía versar sobre temas diferentes. Se cree que allí estaban depositados tres volúmenes con el título de Historia del mundo, cuyo autor era un sacerdote babilónico llamado Beroso, y que el primer volumen narraba desde la Creación hasta el Diluvio, periodo que según él había durado 432.000 años, es decir, cien veces más que en la cronología que se cita en el Antiguo Testamento. Ese número permitió identificar el origen del saber de Beroso, la India. También se sabe que allí estaban depositadas más de cien obras del dramaturgo griego Sófocles, de las que sólo han perdurado siete.
Los libros perdidos de Aristarco, tal como podían estar guardados en los estantes de la Biblioteca de Alejandría
Los sabios
Los sabios que estudiaban, criticaban y corregían obras se clasificaron a sí mismos en dos grupos: filólogos y filósofos.
Los filólogos estudiaban a fondo los textos y la gramática. La Filología llegó a ser una ciencia en aquella época, y comprendía otras disciplinas, como la historiografía y la mitografía.
Los filósofos eran todos los demás, ya que la Filosofía abarcaba las ramas del pensamiento y la ciencia: física, ingeniería, biología, medicina, astronomía, geografía, matemáticas, ingeniería, literatura, y lo que nosotros llamamos filosofía.
  
Vat. gr. 190, vol. 1 fols. 38 verso – 39 recto Vat. gr. 204 fol. 116 recto
Los Elementos de Euclides, escritos alrededor del año 300 a.C., obra sobre temas de Geometría, Proporciones y Teoría de los Números. Ha sido la obra de vigencia más prolongada de la Historia. Después de la Biblia es el libro del cual se han hecho mayor cantidad de impresiones. Este manuscrito preserva una version antigua del texto. Aquí se muestra la Proposición 47 del Libro I (para ver la imagen con mayor detalle haga clic sobre ella), el Teorema de Pitágoras: «El cuadrado de la hipotenusa de un triángulo rectángulo es igual a la suma de los cuadrados de los catetos.» Este importante enunciado ha sido objeto de varias notas en el manuscrito. Éste es el manuscrito más viejo de una colección de trabajos sobre Astronomía y Matemática de Autólico, Euclides, Aristarco, Hipsicles, y Teodosio. El más curioso es el de Aristarco: Sobre el Tamaño y la Distancia del Sol y la Luna. Aquí se muestra la Proposición 13 (con unas cuantas glosas), la cual se refiere a la razón de la prolongación del arco que divide la parte iluminada de la parte oscura de la Luna en un eclipse de Luna a los diámetros del Sol y la Luna.
Entre ellos se encontraban personajes tan conocidos como Arquímedes, el más notable científico y matemático de la antigüedad; Euclides que desarrolló allí su Geometría; Hiparco de Nicea, que explicó a todos la Trigonometría, y defendió la visión geocéntrica del Universo; Aristarco, que defendió todo lo contrario, es decir, el sistema heliocéntrico siglos antes de Copérnico; Eratóstenes, que escribió una Geografía y compuso un mapa bastante exacto del mundo conocido; Herófilo de Calcedonia, un fisiólogo que llegó a la conclusión de que la inteligencia no está en el corazón sino en el cerebro; los astrónomos Timócaris y Aristilo; Apolonio de Pérgamo, gran matemático; Herón de Alejandría, un inventor de cajas de engranajes y también de unos aparatos movidos por vapor: es el autor de la obra Autómata, la primera obra conocida sobre robots; el astrónomo y geógrafo Claudio Ptolomeo; Galeno, quien escribió bastantes obras sobre el arte de la curación y sobre anatomía. La última persona insigne del Museo fue una mujer, Hipatia de Alejandría, gran matemática y astrónoma, que tuvo una muerte atroz a manos de fanáticos cristianos.
Arquímedes                        Euclides
Hiparco de Nicea                             Aristarco de Samos
Desde Calímaco en adelante, el catálogo de manuscritos se hizo de acuerdo a la división del conocimiento de Aristóteles, o por lo menos —como hizo él— separando de la “Filosofía” a las Ciencias Observacionales y Deductivas.
Matemática
Los matemáticos alejandrinos en su mayor parte eran geómetras, pero se sabe que también realizaron algunas investigaciones en Teoría de los Números. Eratóstenes, el Director de la Biblioteca, inventó “El Cedazo”, un método para encontrar nuevos números primos, los cuales ejercían fascinación desde los tiempos de los pitagóricos. Eudoxo de Cnido, el alumno de Euclides desarrolló un método temprano de integración, estudió el uso de proporciones para resolver problemas y contribuyó con varias fórmulas para medir figuras tridimensionales. Papo, un estudioso del siglo IV, fue uno de los últimos matemáticos griegos. Se concentró en los números grandes y en las construcciones con semicírculos; también fue uno de los que introdujeron en la cultura europea la Astrología, de origen oriental. Teón y su hija Hipatia continuaron el trabajo en Astronomía, Geometría y Matemática e hicieron comentarios sobre sus predecesores, pero ninguno de sus trabajos sobrevive.
Astronomía
Para los griegos, la Astronomía era la proyección de la Geometría Tridimensional en una cuarta variable, el tiempo. Los movimientos de las estrellas y el sol eran esenciales para determinar posiciones terrestres, ya que ellos proporcionaban puntos universales de referencia. En Egipto, esto era particularmente vital para los derechos de propiedad, porque la inundación anual alteraba a menudo hitos físicos y límites entre los campos. (La Geometría, como arte de medir la tierra, nació probablemente en Egipto.) Para Alejandría, cuya sangre vital era la exportación de granos y papiro al resto el Mediterráneo, los desarrollos en Astronomía les permitían a los marineros evitar la consulta de oráculos cuando se arriesgaban a navegar sin ver la costa por tiempos largos. Los primeros astrónomos griegos se habían concentrado en los modelos teóricos del Universo; los alejandrinos se encargaron de hacer observaciones detalladas y de crear modelos matemáticos basados en ideas anteriores. Eratóstenes, el versátil cuarto director de la Biblioteca, realizó un catálogo completo de 44 constelaciones con los mitos correspondientes, así como una lista de 475 estrellas fijas. Hiparco inventó el sistema de latitud y longitud e importó el sistema circular de 360 grados de Babilonia; calculó la longitud del año con un error de seis minutos; reunió mapas del cielo; y especuló acerca del nacimiento y muerte de las estrellas. Aristarco aplicó la trigonometría (nacida en Alejandría) para estimar las distancias y tamaños del Sol y la Luna, y también postuló un universo heliocéntrico. Por esto último, otro estudioso del Museo, el estoico Cleanto, lo acusó de impiadoso. Durante el reinado de Tolomeo VII, Hiparco de Bitinia descubrió y midió la precesión de los equinoccios, el tamaño y la trayectoria del Sol y la trayectoria de la Luna. Unos 300 años después Tolomeo (sin ninguna relación conocida con la realeza) dio forma matemática a su elegante modelo de los epiciclos para apoyar la visión geocéntrica (aristotélica) y escribió un tratado de Astrología que se convertiría en un paradigma de la Edad Media.
Geometría
Los alejandrinos compilaron muchos de los principios geométricos de matemáticos griegos anteriores y también tuvieron acceso al conocimiento de los babilonios y egipcios sobre ese tema. Sin dudas es ésta el área en la que el Museo descolló. Se dice que Demetrio de Falera invitó al estudioso Euclides a Alejandría: los Elementos de Euclides fueron la base de la Geometría hasta mediados del siglo XIX. Sus sucesores, entre los que se destaca Apolonio (siglo II a.C.), continuaron la investigación sobre las secciones cónicas. Arquímedes tuvo entre sus muchos logros el descubrimiento del número pi. Eratóstenes calculó la circunferencia de la tierra con un error del 1%, basado en la distancia conocida de Aswán a Alejandría y en la medida del segmento del arco determinado por la diferencia entre las longitudes de las sombras a mediodía en esas dos ciudades. Él sugirió también que los mares estaban conectados; que África podría circunnavegarse; y que “la India podría ser localizada navegando hacia el oeste de España”. Finalmente, a partir de observaciones de astrónomos egipcios y del Oriente Cercano, calculó que el año tenía 365 1/4 días y fue el primero en sugerir el agregado de un “día de salto” cada cuatro años.
Mecánica: ciencia aplicada
Arquímedes fue uno de los primeros estudiosos afiliados a Alejandría. Su misión era aplicar las teorías del movimiento de astrónomos y geómetras a dispositivos mecánicos. Entre sus descubrimientos estuvo la palanca —como una extensión del mismo principio—, y el que hoy llamamos “Tornillo de Archimedes”, un dispositivo para levantar agua. Él es el protagonista del cuento del físico que se levanta de su tina gritando «Eureka», después de descubrir que la reducción de peso que sufre un cuerpo sumergido en el agua es igual al peso del agua que desplaza. La hidráulica nació en Alejandría y en la extensión de sus principios se basaba la  Neumática de Herón, un trabajo largo que detalla muchas máquinas y “robots” que simulan acciones humanas. La distinción entre práctico e imaginativo probablemente no le preocupaba a él cuando hacía sus experimentos mentales que incluían estatuas que vertían libaciones, mezclaban bebidas, bebían, y hasta cantaban (usando aire comprimido). Herón también inventó un órgano de tubos comandado por un molino de viento, una olla de vapor que se adaptó luego para los baños romanos y la candelaria, en la cual el calor de la llama de una vela hacía girar figuras pequeñas. La aplicación a veces caprichosa de las ciencias infantiles que se hacía en las “invenciones” de Rube Goldberg durante la revolución tecnológica del siglo XX recuerda la obra de Herón.
Medicina
El estudio de la anatomía, que inició Aristóteles, fue continuado extensamente por muchos alejandrinos que pueden haber aprovechado los jardines zoológicos para observar distintas especies de animales y las prácticas de entierro egipcio realizadas por personas con gran conocimiento de la anatomía humana. Uno de los primeros estudiosos, Herófilo, coleccionaba y compilaba la obra de Hipócrates, y se embarcó en estudios propios. Fue él quien primero vio en el cerebro y el sistema nervioso una unidad; especuló sobre la función del corazón, la circulación de sangre, y probablemente varios otros rasgos anatómicos. Su sucesor Erístrato se concentró en el sistema digestivo y los efectos de la nutrición; postuló que la nutrición así como los nervios y el cerebro influyen en enfermedades mentales. Finalmente, en el siglo II, Galeno utilizó los resultados de las investigaciones de Alejandría y sus propias investigaciones para compilar quince libros acerca de la Anatomía y el Arte de la Medicina.
Galeno                                           Aristóteles
Testimonios
Estrabón.
Estrabón.
Todo lo que se sabe en la actualidad sobre la historia de la antigua biblioteca se debe a algunas referencias de posteriores escritores, a veces de gente que incluso la llegó a conocer, pero son alusiones de pasada, no hay nada dedicado en exclusiva a comentar o describir el edificio o la vida que en ella se desarrollaba.
El geógrafo y gran viajero griego Estrabón (c. 63 adC – c. 24 adC) hace una pequeña descripción, pues parece ser que estuvo en Alejandría a finales del siglo I adC. Habla del Museo y dice que consta de una exedra (εξεδρα), es decir, una obra hecha al descubierto, de forma circular y con unos asientos pegados a la parte interior de la curva. Cuenta que también vio una estancia muy amplia donde se celebraban las comidas de los sabios y los empleados. Y habla también de la biblioteca, de la gran biblioteca, algo “obligatorio” en el Museo.
Aristeas, en el siglo II adC, habló en las cartas dirigidas a su hermano Filócrates de la biblioteca y de todo el asunto de la traducción de los LXX .
Marco Anneo Lucano, historiador del siglo I, natural de Hispania y sobrino de Séneca, cuenta en su obra Farsalia cómo ocurrió el incendio del puerto, cómo se propagaron las llamas ayudadas por el viento, que no cesaba, desde los barcos también incendiados y anclados en el gran puerto oriental.
Tito Livio dice en sus referencias que la biblioteca de Alejandría era uno de los edificios más bellos que él había visto, con muchas salas llenas de estantes para los libros y habitaciones donde sólo los copistas podían estar, sin que fueran molestados. Incluso apunta el hecho de que cobraban por cada línea copiada.
– Lucio Anneo Séneca, filósofo cordobés y tío de Lucano (poeta cordobés), en el siglo I, escribió un libro llamado De tranquilitate animi. En él cuenta, a través de una cita de Tito Livio, que en aquel incendio se llegaron a quemar 40.000 libros.
–  El biógrafo Plutarco (c. 46-125) viajó en varias ocasiones a Egipto, donde en Alejandría debió escuchar muchas historias sobre el famoso incendio. Escribió una biografía sobre Julio César y al tratar sobre la batalla en el mar, en ningún momento cuenta el incendio de la biblioteca, ya que en el desastre estaba implicado César y parece ser que no quiso manchar su nombre con aquel hecho. El mismo Julio César, en su obra Bellum civile donde habla de aquella batalla, omite por completo el incendio de la biblioteca. Otros escritores de la misma época también silencian la relación de César con el incendio de Alejandría.
– Mucho más tarde, en el siglo IV, San Juan Crisóstomo hace una relación del estado en que se encontraba en aquellos años la brillante ciudad de Alejandría, y comenta que la desolación y destrucción son tales que no se puede adivinar ni el lugar donde se encontraba el Soma (el mausoleo de Alejandro) ni la sombra de la gran Biblioteca.
– En el siglo XV, un escriba se molestó en traducir al latín los comentarios de Juan Tzetzes (c. 1110 – c. 1180), que fue un filólogo bizantino. Dichos comentarios estaban tomados de la obra Prolegómenos a Aristófanes. Tzetzes habla en ellos acerca de la Biblioteca.
La enciclopedia Suda (SOL Suda on-line) de la Universidad de Kentucky ha recopilado un conjunto de informaciones según fuentes provenientes de la época de Alejandro Magno y posterior.
Los bibliotecarios
A finales del siglo XIX se encontraron en el yacimiento de Oxirrinco, en el pueblo de El-Bahnasa (un pequeño pueblo a 190 km al sur de El Cairo) miles de papiros, que fueron estudiados a fondo por los eruditos. En algunos de ellos se hablaba de la famosa Biblioteca y se daba una lista de nombres de varios directores o bibliotecarios a partir del año de su fundación.
Respecto a Demetrio de Falero, no se puede hablar de él como bibliotecario, ya que la biblioteca como tal fue fundada tras su muerte. La inclusión como bibliotecarios de Calímaco de Cirene y Apolonio de Rodas tiene poca autoridad y parece cronológicamente imposible. Más allá del año 131 adC, las fechas se tornan bastante inciertas.
BIBLIOTECARIO DESDE HASTA
Zenódoto de Éfeso 282 adC 260 adC (?)
Calímaco de Cirene (?) 260 adC (?) 240 adC (?)
Apolonio de Rodas (?) 240 adC (?) 230 adC (?)
Eratóstenes de Cirene 230 adC (?) 195 adC
Aristófanes de Bizancio 195 adC 180 adC
Apolonio Eidógrafo (?) 180 adC 160 adC (?)
Aristarco de Samotracia 160 adC (?) 131 adC
Destrucción
Atribución del incendio a Julio César
Suele afirmarse, equivocadamente, que el primero de todos los ataques contra la Biblioteca de Alejandría fue el perpetrado por los romanos: Julio César, en persecución de Pompeyo, derrotado en Farsalia, arribó a Egipto para encontrarse con que su antiguo compañero y yerno había sido asesinado por orden de Potino, el visir del rey Ptolomeo XIII Filópator, para congraciarse con su persona. Egipto padecía una guerra civil por la sucesión del trono, y pronto César se inclinó a favor de la hermana del rey, Cleopatra VII. Consciente de que no podría derrotar a Roma, pero sí a César, y ganarse la gratitud de sus rivales en el Senado, Potino le declaró la guerra. El 9 de noviembre del 48 adC, las tropas egipcias, comandadas por un general mercenario de nombre Aquila, asediaron a César en el palacio real de la ciudad e intentaron capturar las naves romanas en el puerto. En medio de los combates, teas incendiarias fueron lanzadas por orden de César contra la flota egipcia, reduciéndola a las llamas en pocas horas.
Julio Cesar
Por algunas fuentes clásicas puede parecer que este incendio se habría extendido hasta los depósitos de libros de la Gran Biblioteca, cercanos al puerto. Séneca confirma en su De tranquilitate animi la pérdida de 40.000 rollos en este desafortunado incidente (“quadraginta milia librorum Alexandriae arserunt”), citando su fuente, el perdido libro CXII de Tito Livio, quien fue contemporáneo del desastre. Paulo Orosio reitera en pleno siglo V esta cifra en su Historiarum adversum paganos“…al invadir las llamas parte de la ciudad consumieron cuarenta mil libros depositados por casualidad en los edificios…” Dión Casio alude a la destrucción de los almacenes (apothekai) del puerto, algunos de los cuales contenían rollos. Por su parte, Plutarco de Queronea es el primero en mencionar de modo explícito la extensión del fuego a la gran Biblioteca de Alejandría como si hubiera quedado reducida a cenizas para siempre, y no sólo un descalabro parcial. Sin embargo, tajante afirmación de Plutarco acerca del incendio de la Biblioteca parece tener origen en un error filológico, provocado por el cambio de significado de término griego bibliotheke a finales del siglo I y principios del II. La palabra perdió su connotación de “biblioteca” para significar “colección de libros” (como la “Biblioteca Histórica” de Diodoro Sículo). Entretanto, “biblioteca” se designaría como apothekai tôn bibliôn (literalmente: almacén de libros), y el diferente significado atribuido a estos términos habría dado lugar a la confusión. Aulo Gelio , y el muy posterior Amiano Marcelino aportan una información similar a la anterior, siendo víctimas del mismo error de significado, probablemente repetido por la ignorancia o la credulidad de sus contemporáneos.
Se pueda afirmar sin duda alguna que la Gran Biblioteca alejandrina y sus tesoros no resultaron destruidos en el incendio del año 48 adC. Los famosos 400.000 tomos que habrían ardido fueron en realidad 40.000, depositados en almacenes del puerto, probablemente en espera de ser catalogados para la Biblioteca, o para su exportación a Roma, tal como indican el Bellum Alexadrinum, Séneca y Dión Casio.
Supervivencia de la Biblioteca
Inscripicón de Tiberio Claudio Balbilo, confirmando la existencia de la Biblioteca en el siglo I, tal como afirman las fuentes clásicas.
Inscripción de Tiberio Claudio Balbilo, confirmando la existencia de la Biblioteca en el siglo I, tal como afirman las fuentes clásicas.
Después del desastroso incendio, la muerte de César y del ascenso de Augusto, Cleopatra VII se refugió en la ciudad de Tarso (en la actual Turquía) junto con Marco Antonio. Fue entonces cuando el triunvito le ofreció los 200.000 manuscritos traídos desde la biblioteca de Pérgamo (en Asia Menor), que Cleopatra depositó en la biblioteca como compensación por cualquier posible pérdida.
La existencia de la Biblioteca tras su supuesta destrucción queda confirmada por una inscripción hallada a principios del siglo XX, dedicada a Tiberio Claudio Balbilo. Como se apunta en Handbuch der Bibliothekswissenschaft (Georg Leyh, Wiesbaden 1955), Balbilus desempeñaba un cargo “supra Museum et ab Alexandrina bibliotheca” combinando la dirección del Museo y las bibliotecas como si de una academia se tratara.
Cayo Suetonio Tranquilo tampoco dice nada de la destrucción de la Gran Biblioteca. Es más, en su biografía de Claudio refiere que el Emperador, tras escribir en griego una historia de los etruscos y otra sobre los cartagineses (hoy perdidas), quiso celebrar la escritura de estos libros y creó un anexo del Museo:
“…añadió al antiguo Museo de Alejandría otro nuevo que llevaba su nombre y se estableció que todos los años, en determinados días, se habría leer en las salas públicas de recitación, en uno de los museos, la historia de los etruscos, y la de los cartagineses en el otro, ambas, y cambiando de lector a cada libro…
Vidas de los Doce CésaresVida de Claudio, 42
. Ello da a entender de manera más que manifiesta que el viejo Museo seguía existiendo y en pleno funcionamiento. El mismo Suetonio, al narrar la vida de Domiciano, indica que mandó restaurar con grandes gastos bibliotecas incendiadas a lo largo y ancho del Imperio, haciendo buscar por todas partes nuevos ejemplares de las obras perdidas, y “envió a Alejandría una misión para sacar esmeradas copias o corregir los textos” . Un tercer testimonio es el de Ateneo de Naúcratis (c. 200) que escribió detalladamente en su Deipnosophistae sobre la riqueza de Ptolomeo II, y el número y poderío de sus flotas. Pero al llegar al Museo y a la Gran Biblioteca, dice:
“¿Para qué referirse a los libros, al establecimiento de las bibliotecas y las colecciones en el Museo, cuando están en la memoria de todo hombre?”
Los desastres de los siglos III y IV
Sin embargo, a finales del siglo II y a lo largo del III, una serie de desastres se abatieron sobre la antigua capital de los Ptolomeos: en primer lugar, la llamada Guerra Bucólica (172-5), que se extendió hasta Alejandría; a ésta siguieron la rebelión de los usurpadores Avidio Casio (175) y Pescenio Níger (193-4); el brutal saco de Alejandría por capricho de Caracalla (215); la pléyade de tumultos y revueltas civiles y militares que hubo durante la Anarquía Militar a raíz de la crisis económica y la aplastante presión fiscal; los ataques de los blemmíes… La ciudad fue destrozada por Valeriano (253); de nuevo en 269, cuando se dio la desastrosa conquista de la ciudad por Zenobia, reina de Palmira; y en el 273, cuando Aureliano, al reconquistarla para los romanos, saqueó y destruyó completamente el Bruchión, desastre al que no pudieron sobrevivir ni el Museo ni la Biblioteca. Se dice que en aquella ocasión los sabios griegos se refugiaron en el Serapeo, que nunca sufrió con tales desastres, y otros emigraron a Bizancio. Finalmente, en 297 la revuelta del usurpador Lucio Domicio Domiciano acabó con Alejandría tomada y saqueada por las tropas de Diocleciano, tras un asedio de ocho meses (victoria conmemorada por el llamado “Pilar de Pompeyo”). Se dice que tras la capitulación de la ciudad, Diocleciano ordenó que la carnicería continuara hasta que la sangre llegara a las rodillas de su caballo. La accidental caída de éste libró a los alejandrinos de la muerte, y para conmemorar el hecho erigieron una estatua al caballo. Diocleciano ordenó asimismo quemar millares de libros relacionados con la alquimia y las ciencias herméticas, para evitar que alguien pusiera en peligro la estabilidad monetaria que a duras penas se había conseguido restaurar.
Diocleciano
En 330, con la fundación de la nueva capital imperial, Constantinopla, es probable que parte del contenido del Serapeum fuera incautado por las autoridades imperiales y trasladado a la Nueva Roma.
Para colmo, entre 320 y 1303 hubo 23 terremotos en Alejandría. El del 21 de julio de 365 fue particularmente devastador. Según las fuentes, hubo 50.000 muertos en Alejandría, y el equipo de Franck Goddio del Institut Européen d´ Archéologie Sous-Marine, ha encontrado en el fondo de las aguas del puerto cientos de objetos y pedazos de columnas que demuestran que al menos el veinte por ciento de la ciudad de los ptolomeos se hundió en las aguas, incluyendo el Bruchión, supuesto enclave de la Biblioteca.
Los cristianos
A finales del siglo IV, el emperador Teodosio el Grande, en respuesta a una petición del patriarca de Alejandría, envió una sentencia de destrucción contra el paganismo en Egipto: en el año 391, el patriarca Teófilo de Alejandría demolió el Serapeo al frente de una muchedumbre fanática y sobre sus restos se edificó un templo cristiano. Parece que es en este momento cuando la Biblioteca-hija del Serapeo fue saqueada y desperdigada o destruida. El sucesor de Teófilo, su sobrino Cirilo, se dedicó a eliminar a los filósofos, entre los que se encontraba la última directora de la Academia, Hipatia; su asesinato en el 412 marca el fin de la filosofía y la enseñanza neoplatónica en todo el Imperio romano.
MUJERES CÉLEBRES : HIPATIA Y LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍAHipatia de Alejandría
Aunque el Serapeum fuera destruido por órdenes de Teófilo, no hay un acuerdo entre los historiadores en torno a quiénes destruyeron los libros del Museo. Algunos creen que seguramente se salvaron buena parte de los libros de la biblioteca, toda vez que la destrucción era previsible. Pero en la colina donde estaba el templo de Serapis nunca se volvió a reconstruir la biblioteca. Cuatro años después de la muerte de Hipatia, en 416, el teólogo e historiador hispanorromano Paulo Orosio vio con mucha tristeza las ruinas de aquella ciudad que había sido magnífica y los restos de la biblioteca en la colina, confirmando que “sus armarios vacíos… fueron saqueados por hombres de nuestro tiempo”.
Los árabes
En el siglo VI hubo en Alejandría luchas violentas entre monofisitas y melquitas y más tarde aún, en el 616 los persas de Cosroes II tomaron la ciudad. Alejandría seguía siendo, no obstante, una de las mayores metrópolis mediterráneas en el momento de la conquista musulmana, en 642, tras 14 meses de asedio. El historiador Eutiquio cita una carta escrita hacia el viernes de la luna nueva de Moharram del año vigésimo de la Hégira donde el comandante musulmán Amr ibn al-Ass, al entrar en la ciudad, se dirigió al segundo sucesor de Mahoma, al califa Umar ibn al-Jattab e hizo un inventario de lo encontrado en la ciudad de Alejandría: “4.000 palacios, 4.000 baños, 12.000 mercaderes de aceite, 12.000 jardineros, 40.000 judíos y 400 teatros y lugares de esparcimiento”.
El cronista y pensador atristotélico Ibn al-Kifti, afirmó en sus páginas que Amr se entrevistó con el comentarista aristotélico Juan Filópono, quien le pidió tomar una decisión sobre el futuro de los libros de la Biblioteca debido a que las actividades de este lugar estaban momentáneamente suspendidas. Amr no se atrevió a responder, y prefirió enviar otra misiva al califa, pidiendo instrucciones. La epístola tardó más de treinta días en llegar a las manos del polémico Omar, quien estaba ocupado para ese entonces en sus conquistas y en la redacción escrita del Corán. Pasados treinta días más, Amr recibió la respuesta través de un mensajero y leyó, no sin pesadumbre, a Filópono la decisión de Omar:
“Con relación a los libros que mencionas, aquí está mi respuesta. Si los libros contienen la misma doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten; si los libros no están de acuerdo con la doctrina del Corán, no tiene caso conservarlos”.
Amr lamentó este criterio, pero fue obediente, según el historiador Abd al-Latif, y no vaciló en cumplir la orden recibida, con lo que la biblioteca de Alejandría fue incendiada y totalmente destruida. Añade Ibn al-Kifti que los papiros sirvieron como combustible para los baños públicos por espacio de seis meses.
No obstante, hay historiadores que consideran espurios estos datos por dos razones:
  1.    No hay ningún testigo coetáneo de los hechos. Abd al-Latif e Ibn al-Kifti vivieron entre los siglos XII y XIII, es decir, al menos seis y siete siglos posteriores al acto.
  2.    Juan Filópono no pudo conversar con Amr, porque vivió en el siglo VI y no en el VII.
Algunos, como Bernard Lewis, sostienen que esta historia es falsa de principio a fin.
En cualquier caso, ninguno de los restantes reductos de la cultura helénica que aún atesoraba la antigua ciudad de los lágidas sobrevivió a la ocupación árabe. Si acusar a los árabes como únicos responsables de la destrucción de la Gran Biblioteca es un error, el exculparlos lo es igualmente. No se puede descartar la responsabilidad de los sarracenos, ya que Cartago, Cesarea de Palestina, Leptis Magna y otras grandes metrópolis romanas que aún subsitían en el siglo VII fueron arrasadas durante la expansión del Islam. La biblioteca de Cesarea, que contenía la mayor colección de obras cristianas del Imperio, desapareció sin que se sepa su destino, y seguramente fue destruida.
Con respecto a Alejandría, en 645 la ciudad abrió sus puertas a una expedición romana de auxilio, pero al año siguiente cayó nuevamente en manos musulmanas. A partir de entonces la importancia y población de la ciudad cayeron en picado, en beneficio de la nueva capital de los conquistadores Fustat (El Cairo).
Curiosidades y anécdotas
En la literatura apócrifa judía existe un libro que lleva el título de Cartas de Aristeas a su hermano Filócrates, que se supone escrito entre los años 127 a 118 adC. En esta obra se narra un hecho histórico: En el reinado de Ptolomeo II (285-247 adC) trabajaba en el Museo un bibliotecario llamado Demetrio de Falero (o Falerio), un entusiasta de la biblioteca que luchó toda su vida por su engrandecimiento. Demetrio rogó al rey que pidiera por medios diplomáticos a la ciudad de Jerusalén el libro de la Ley judía y que también hiciera venir a Alejandría a unos cuantos traductores para traducir al griego los cinco volúmenes de dicho texto hebreo de la Torá (llamado después de la traducción Pentateuco, en griego), es decir los cinco primeros libros del Antiguo Testamento. Eleazar, el sacerdote de Jerusalén, envió a Alejandría a 72 sabios traductores que se recluyeron en la isla de Faros (frente a Alejandría) para hacer el trabajo, se dice que en 72 días. Se considera que esta fue la primera traducción de la historia, a la que se llamó Septuaginta o Biblia de los Setenta o de los LXX, porque redondearon el número de 72 traductores a 70.
En otra ocasión, Demetrio de Falero (que además era un gran viajero), estando en Grecia, convenció a los atenienses para que enviasen a Alejandría los manuscritos de Esquilo (que estaban depositados en el archivo del teatro de Dionisos, en la ciudad de Atenas), para ser copiados. Cuando se hacía una petición como ésta, la costumbre era depositar una elevada cantidad de dinero hasta la devolución de los textos. Los manuscritos llegaron al Museo, se hicieron las copias correctamente, pero no volvieron a su lugar de origen, sino que lo que se devolvió fueron las copias realizadas en la biblioteca. De esta manera Ptolomeo Filadelfo perdió la gran suma del depósito cedido, pero prefirió quedarse para su biblioteca el tesoro que suponían los manuscritos.
En el Concilio de Nicea (año 325) se decidió que la fecha para la Pascua de la Resurrección fuera calculada en Alejandría, pues por aquel entonces el Museo de esta ciudad era considerado como el centro astronómico más importante. Después de muchos estudios resultó una labor imposible; los conocimientos para poderlo llevar a cabo no eran todavía suficientes. El principal problema era la diferencia de días, llamada spacta, entre el año solar y el año lunar además de la diferencia que había entre el año astronómico y el año del calendario juliano, que era el que estaba en uso.
La biblioteca completa del filósofo Aristóteles, su obra y sus libros se custodiaban en este lugar. Algunos autores creen que la compró Ptolomeo II. Todo se perdió. Había también veinte versiones diferentes de la Odisea, la obra La esfera y el movimiento de Autólico de Pitano, Los Elementos de Hipócrates de Quíos y tantas obras de las que no se conserva más que el nombre y el recuerdo.
En Alejandría las copias se hacían siempre en papiro y además se exportaba este material a diversas regiones. La ciudad de Pérgamo era una de las que más utilizaba el papiro, hasta que los reyes de Egipto decidieron no exportar más para tener ellos en exclusiva dicho material para sus copias. En Pérgamo empezaron a utilizar entonces el pergamino, conocido desde muchos siglos atrás, pero que se había sustituido por el papiro por ser este último más barato y fácil de conseguir.
Los papiros jamás se plegaban: se enrollaban. Las primeras obras se presentaban en rollos (volumen en latín). Cada volumen estaba formado por hojas de papiro unidas unas a otras formando una banda que se enrollaba sobre un cilindro de madera. Los textos estaban escritos en columnas, en idioma griego o demótico, con tinta amarilla diluida en mirra. Los escribas utilizaban un solo lado y escribían con una caña afilada, el cálamo. Los rollos etiquetados, estaban colocados en cajas que se depositaban en el interior de armarios murales (armaria), ordenados por materias: textos literarios, filosóficos, científicos y técnicos. Posteriormente, se hizo según el orden alfabético de los nombres de autores.
Fuente: 

Alejandria papiros y libros

dissabte, 24 de juny del 2017

La Excepcional Inscripción del Monumento de Pokotia: ¿Escritura Sumeria en Bolivia?



Se trata de una inscripción muy intrigante hallada en el reverso del Monolito de Pokotia. Pero lo que la hace realmente especial es que está escrita en sumerio lineal. Aún resulta más fascinante por el hecho de que aporta nuevas pruebas de la presencia sumeria en la antigua Sudamérica.
Cuando descifré la inscripción, se me informó de que el Monolito de Pokotia había sido descubierto por Bernardo Biados, Freddy Arce, Javier Escalante, César Calisaya, Leocadio Ticlla, Alberto Vásquez, Álvaro Fernholz, Omar Sadud, Paulo Batuani y Rodrigo Velasco el 4 de enero del año 2002. Me dijeron que tanto este descubrimiento como otros estudios realizados por estos investigadores contaban con el respaldo del honorable H. Enrique Toro, presidente del Congreso de Bolivia.
De forma sorprendente, podemos observar exactamente la misma inscripción en una tablilla de la colección del padre Crespi, un misionero italiano enviado a Ecuador. Esta coincidencia puede comprobarse en el minuto 23:40 del siguiente vídeo.
Inscripción del reverso del Monolito de Pokotia. (Imagen aportada por el autor)
Inscripción del reverso del Monolito de Pokotia. (Imagen aportada por el autor)

Buscando nuevas inscripciones en el Monolito de Pokotia

En un principio se creía que la única inscripción del monolito se encontraba escrita sobre las piernas de la figura, pero estudios posteriores revelaron que también había inscripciones en el reverso de la estatua, y también justo debajo de la mano izquierda de la figura.
Arriba: Inscripciones en las piernas del Monolito de Pokotia. Abajo: Detalle de las inscripciones sobre la mano izquierda del Monolito de Pokotia. (Fotografías aportadas por el autor)
Arriba: Inscripciones en las piernas del Monolito de Pokotia. Abajo: Detalle de las inscripciones sobre la mano izquierda del Monolito de Pokotia. (Fotografías aportadas por el autor)
Las inscripciones de Pokotia fueron escritas en sumerio lineal. Este hecho hace del texto algo muy significativo, ya que corroboraría el descubrimiento de símbolos sumerios en la Fuente Magna. Unos y otros aportan evidencias de inscripciones sumerias en la antigua Sudamérica.

Putaki: ¿Qué o quién era este oráculo mencionado en el Monolito de Pokotia?

Las inscripciones del reverso de la estatua de Pokotia definen el papel que desempeñaba el oráculo de Putaki en la comunidad. Diríase que aquel pueblo reconocía a este oráculo como fuente de “verdades” y buenos augurios. Su función adicional era mantener la rectitud, la sabiduría y la buena conducta entre los miembros de la comunidad, que tenían la posibilidad de consultar este oráculo para comunicarse con los dioses.
Fuente Magna (izquierda) y Monolito de Pokotia (derecha). Composición fotográfica aportada por el autor.
Fuente Magna (izquierda) y Monolito de Pokotia (derecha). Composición fotográfica aportada por el autor.
A lo largo de esta inscripción del Monumento de Pokotia, el oráculo de Putaki es llamado “padre”. Por ejemplo, en la columna 1 podemos leer que “Proclama el establecimiento de la conducta. El fuerte padre (Putaki) enviará la adivinación”. Y en la columna 4, descubrimos que [Putaki es] padre de la sabiduría (y) benéfico (para todos). La traducción sugiere que Putaki era reconocido como el gran ancestro de los oráculos de Kuga-Ki.
El texto indica también que los centros del oráculo de Putaki se encontraban en Bolivia. Las gentes de entonces acudían a estos centros para adivinar el futuro, comunicarse con dioses y antepasados o sencillamente obtener bendiciones y buenos augurios del oráculo de Putaki.

Similitudes entre el Monumento de Pokotia y las estatuas de Tiahuanaco

El monumento de Pokotia es una pieza auténtica realizada por un antiguo pueblo de Sudamérica, ya que es idéntico a una de las estatuas de Tiahuanaco. Este hecho revela que los sumerios vivieron en el pasado en Sudamérica y podrían haber desempeñado algún papel en la construcción de Tiahuanaco. También es interesante destacar que tanto en la estatua de Pokotia como en varios monumentos de Tiahuanaco se observan tocados similares y marcas de costillas en la zona del pecho, en otra sorprendente coincidencia.
Comparación entre el Monolito de Pokotia y una de las estatuas de Tiahuanaco. (Composición fotográfica aportada por el autor)
Comparación entre el Monolito de Pokotia y una de las estatuas de Tiahuanaco. (Composición fotográfica aportada por el autor)

¿Escritura sumeria en las ropas de Manco Cápac?

Los incas decoraban habitualmente sus ropas con símbolos sumerios. Mucho de lo que podemos descifrar sobre el sistema de escritura de los antiguos peruanos nos llega a través de la obra de Felipe Guamán Poma de Ayala, “Nueva crónica y buen gobierno”. Esta antigua crónica peruana data del año 1615. Felipe Guamán Poma de Ayala era nativo americano.
En mi libro Ancient Scripts in South America, (“Antiguas escrituras de Sudamérica”), hablo de los símbolos sumerios que decoran las ropas de algunos personajes de las sagas incas. En las imágenes que nos ofrece Guamán Poma de Ayala encontramos las de muchos reyes incas, entre ellos Manco Cápac, con símbolos protosumerios en sus ropas.
Manco Cápac, ilustración de la “Nueva crónica” de Felipe Huamán Poma de Ayala y detalle de los símbolos que decoran las ropas del rey inca. (Dominio público)
Manco Cápac, ilustración de la “Nueva crónica” de Felipe Huamán Poma de Ayala y detalle de los símbolos que decoran las ropas del rey inca. (Dominio público)
Resulta interesante observar que los símbolos protosumerios que decoran las ropas de los pueblos nativos sudamericanos no se encuentran únicamente en Perú. La escritura del Monolito de Pokotia deja bien claro que el oráculo de Pokotia era también escuchado por muchos en la antigua Bolivia. En tiempos de los incas (Inca: del sumerio En-ka, “Gran Señor”), la ciudad-templo de Pachacámac albergaba el ídolo del propio Pachacámac, un oráculo muy influyente que atraía a devotos del norte (lo que hoy es Ecuador) y el sur (la actual Bolivia). La gente acudía de muy lejos para consultar el oráculo de Pachacámac y escuchar sus profecías (Moseley, pág. 68). El Monolito de Pokotia demuestra que la popularidad de los oráculos en esta región de Sudamérica se remontaba a la creación del Oráculo de Putaki y se mantuvo viva a lo largo de los siglos.
Estatua de Pachacámac. (LimaEasy)
Estatua de Pachacámac. (LimaEasy)

La importancia del Monolito de Pokotia y la Fuente Magna

El hecho de que haya inscripciones sumerias en elementos como la Fuente Magna y el Monolito de Pokotia sugiere que la lengua sumeria siguió hablándose en esta región de Sudamérica durante un largo período de tiempo. Esto explica también por qué encontramos términos similares en sumerio y aymara.
Los objetos sumerios de Kuga-Ki ilustran asimismo el legado de la escritura en Sudamérica. En mi libro Antiguas escrituras de Sudamérica, hablo del legado de la escritura entre los pueblos nativos americanos de esta región.

Junto a los símbolos sumerios de la Fuente Magna y el Monumento de Pokotia, la identificación de topónimos sumerios en el Altiplano sugiere que Bolivia formaba parte de Kuga-Ki. Kuga-Ki era el “País del Estaño al Oeste” o la “Tierra del Ocaso” de las inscripciones sumerias. Estos descubrimientos demuestran además la extendida presencia de centros de oráculos de Putaki en Bolivia.
Imagen de portada: Monolito de Pokotia e inscripciones sumerias
Autor: Dr. Clyde Winters

Fueron Bolivia y Perú la Tierra del Ocaso de los Antiguos Sumerios?

En un artículo sobre la Fuente Magna, April Holloway destacaba los vestigios de escritura sumeria en Sudamérica. La Fuente Magna y el monumento de Pokotia indican que los sumerios podrían haber visitado Sudamérica en el pasado.
La posibilidad de que la escritura grabada sobre la Fuente Magna fuera empleada por los sumerios, y la identificación de topónimos sumerios en la región del Altiplano, sugieren que lo que hoy son Bolivia y Perú podrían representar el “País del Estaño al Oeste” o la “Tierra del Ocaso” de las antiguas inscripciones sumerias.
Figura de la Fuente Magna (Cortesía del equipo de investigación de Bernardo Biados)
Figura de la Fuente Magna (Cortesía del equipo de investigación de Bernardo Biados)
Se ha descubierto que la Fuente Magna presenta dos tipos diferentes de escritura en su interior (Fotografía cortesía del equipo de investigación de Bernardo Biados)
Se ha descubierto que la Fuente Magna presenta dos tipos diferentes de escritura en su interior (Fotografía cortesía del equipo de investigación de Bernardo Biados)

Kuga-Ki

Los sumerios mencionan en sus inscripciones un país al Oeste llamado Kuga-Ki del que obtenían valiosos metales. El Dr. A. H. Sayce afirma que “país del estaño” o “tierra del estaño” sería la traducción de KUGA-KI en sumerio. Sayce deja bien claro que los sumerios aseguraban conseguir su estaño en aquel país.
Profesor A.H. Sayce
Profesor A.H. Sayce
Los antiguos sumerios eran grandes navegantes. Los barcos sumerios navegaban hasta Egipto, nordeste de África y valle del Indo en busca de metales y mercancías para abastecer su industria de materias primas y satisfacer la demanda de los bienes más populares entre sus gentes. Samuel N. Kramer, en su libro Los sumerios, afirma que Egipto es denominado Magan en las inscripciones sumerias, mientras que al valle del Indo lo llamaban Dilmun.
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El rey Sargón menciona en el 2700 a. C. que Kuga-Ki formaba parte de su imperio. El profesor Sayce, en un artículo titulado “Geografía de Sargón de Acad” y publicado en la revista Ancient Egypt, traducía un documento escrito por un funcionario asirio del siglo VIII a. C. En el documento se afirma que el imperio de Sargón I incluía “los países desde donde sale el sol hasta donde se pone, que Sargón el […] rey conquistó por su mano,” y entre muchas otras tierras “el País de Gutium,” “el país de los Muru (Amorritas)” y (Kuga-Ki) “el país del Estaño que se extiende más allá del Mar Superior (el Mediterráneo).”
Cabeza de bronce de un antiguo rey, muy probablemente Sargón de Acad. (Public Domain)
Cabeza de bronce de un antiguo rey, muy probablemente Sargón de Acad. (Public Domain)  
Sayce creía que Kuga-ki se encontraba probablemente en lo que hoy es España. Pero el hallazgo de la Fuente Magna sugiere que Kuga-Ki estaba en Sudamérica y no en España. Al encontrarse Kuga-Ki al oeste del Mediterráneo, es probable que fuese el nombre de alguna región de Norteamérica o Sudamérica, ya que el continente americano se extiende al oeste del mar Mediterráneo, mientras que España está justo a orillas del Mediterráneo.
A. H. Verrill y R. Verrill, en Antiguas Civilizaciones de América, y J. Bailey en Navegando al Paraíso, sostienen que la zona en torno al lago Titicaca podría haber sido llamada Lago Manu por los sumerios. Según estos autores, cuenta la tradición que los sumerios realizaron muchas visitas a las tierras al oeste del Mediterráneo que llamaban Kuga-ki. Estas tradiciones dejan bien claro que los sumerios navegaron hasta Kuga-Ki en sus barcos Magur. En los textos cuneiformes escritos sobre tablillas se asegura que los barcos Magur podían transportar hasta 18,5 toneladas de metales preciosos.

Operaciones de minería

Los sumerios posiblemente descubrieran en un principio el camino a Kuga-Ki gracias a las corrientes atlánticas que llevan desde África hasta Brasil. Los primeros exploradores sumerios probablemente alcanzaran Brasil y remontaran el Amazonas hasta hallar grandes depósitos de estaño en Bolivia / Perú. El centro principal para la explotación minera en esta región era, y es aún en la actualidad, Potosí.
Mapa del río Amazonas (Imagen)
Mapa del río Amazonas (Imagen)
Una vez los sumerios iniciaron sus operaciones mineras en Kuga-Ki, los nativos probablemente empezaran a trabajar en sus explotaciones mineras y adoptaran muchas costumbres sumerias, expresiones de su idioma y la tecnología social de la escritura, es decir, el alfabeto protosumerio. Esto implicaría que la escritura habría tenido una larga tradición entre los pueblos de Bolivia / Perú, como escribe Clyde Winters en su libro Ancient Scripts in South America (‘Antiguas escrituras de Sudamérica’).

Los Andes: el antiguo reino de los Antis

Los Andes podrían haber constituido el ‘País del Estaño’ o Kuga-Ki de los sumerios. La cordillera de los Andes era llamada originalmente Antis. La región era conocida en el pasado como Antisuyo, el Reino de los Antis. Era ésta también la tierra de los indios Antis. En la lengua quechua, hablada por numerosos indígenas de la zona, ‘antis’ significa cobre. Antis era también el nombre de los pueblos nativos que habitaban antiguamente esta región sudamericana.
Es probable que la palabra ‘Antis’ no sea de origen quechua. La lengua chipaya, otro idioma indígena hablado en la zona, es diferente del quechua y el aymara. Algunos investigadores creen que el chipaya está estrechamente emparentado con las lenguas mayas habladas aún hoy en día en México.
Esta región de Bolivia es famosa por su riqueza mineral. Muchos de estos metales se hallan en el altiplano boliviano, cerca del lago Poopó, un mar interior que se encontraba en el pasado unido al océano Pacífico por antiguos ríos que se secaron.
El salar de Uyuni forma parte del Altiplano boliviano en Sudamérica. El Altiplano es una alta meseta que se formó durante la elevación de la cordillera de los Andes. La meseta alberga lagos de agua dulce y salada, así como salinas. (Dimitry B./CC BY 2.0)
El salar de Uyuni forma parte del Altiplano boliviano en Sudamérica. El Altiplano es una alta meseta que se formó durante la elevación de la cordillera de los Andes. La meseta alberga lagos de agua dulce y salada, así como salinas. (Dimitry B./CC BY 2.0)
El Altiplano boliviano es la mayor altiplanicie del mundo. Alberga dos mares interiores: el lago Titicaca y el Poopó. Esta elevada región de la cordillera de los Andes la convierte en una localización adecuada para ser el lago Manu, el ‘Lago de las Nubes’ de los sumerios en el que se extraían metales de los Montes del Ocaso, las tierras situadas al oeste del mar Mediterráneo.
El lago Poopó tiene una longitud de 80 kilómetros. Antiguamente se encontraba rodeado de montañas y canales por todas partes. Las fotografías de satélite revelan que en el pasado había profundos canales en las cercanías del lago Poopó. Es un mar de agua salada de apenas unos pocos metros de profundidad y que en ocasiones se ha secado.
Kuga-Ki, el País del Estaño de los antiguos sumerios (cortesía del autor)
Kuga-Ki, el País del Estaño de los antiguos sumerios (cortesía del autor)
El lago Titicaca y el Poopó se encuentran conectados por el río Desaguadero. El lago compañero del Poopó era el Uru. La ciudad de Oruro estaba situada cerca del lago Uru.

Riquezas en las montañas

Entre los metales que se pueden encontrar en las cercanías del lago Poopó hay cobre, estaño, oro y plata. Aquí se hallan los metales obtenidos en las ciudades de Oruro y Corocoro, en las que se extraían oro y cobre. Los nombres de estas ciudades sugieren un origen sumerio. En sumerio la palabra uru significa ciudad. Los sufijos –oro de las ciudades de los alrededores del lago Poopó son asombrosamente similares al término sumerio ‘uru’.
Es también interesante observar que uno de los centros principales de explotación minera de la región es Potosí. Potosí es famoso por sus depósitos de estaño, y en sus alrededores se encuentra el monte Catavi, formado por estaño sólido.
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La región de Potosí fue en el pasado un importante centro de explotación minera. En la década de 1550, los españoles empezaron a extraer plata de Cerro Rico, en Potosí. A consecuencia del intento de los españoles de explotar al máximo las riquezas de esta zona minera, un número “terrible” de indios murió en las minas. Hugh Thompson describe vívidamente esta tragedia en su libro The White Rock: An Exploration of the Inca Heartland (‘La roca blanca: explorando el país de los incas’).
Thompson describe cómo “la mina consumía la fuerza de trabajo del Altiplano boliviano. Los que no morían estaban oprimidos por el miserable salario que se les pagaba. En una sola generación, la población utilizada en las explotaciones mineras de esta zona del Altiplano se redujo a la mitad. En la siguiente generación se redujo de nuevo a la mitad. Y Potosí aún seguía exigiendo su tributo.”
Primera imagen de Potosí publicada en Europa, Pedro Cieza de León, 1553. (Public Domain)
Primera imagen de Potosí publicada en Europa, Pedro Cieza de León, 1553. (Public Domain)
En la historia moderna, Potosí continúa siendo un centro minero para la extracción de estaño, cobre, plomo y plata. Situado cerca de Tiahuanaco, Potosí podría haber albergado un asentamiento sumerio en épocas antiguas, quizás las ciudades de Oruro y Corocoro. Bailey sugiere que el topónimo Potosí podría estar relacionado con el término sumerio Patesi, cuyo significado es ‘rey sacerdote’.
Los metales extraídos en el Altiplano eran transportados a lo largo del río Pilcomayo (hasta el Río de la Plata). Es posible que los sumerios transportasen los metales obtenidos en Bolivia cruzando el Atlántico hasta la antigua Sumeria. Una excelente ruta para el envío de estaño desde Kuga-Ki seguía el curso del Río de la Plata, cruzando el Atlántico hacia el este y remontando el cabo de Buena Esperanza en dirección al océano Índico hasta alcanzar el Golfo Pérsico y el Mar Rojo.

Símbolos

Además de la afinidad entre los símbolos hallados en el monolito Pokotia, Fuente Magna y algunos tejidos incas, también observamos que estos símbolos son idénticos a los signos grabados sobre los ladrillos mochicas. Un rasgo común de las huacas o piedras incas talladas son los escalones labrados directamente en la roca.
Clyde Winters demuestra en Ancient Scripts in South America: The Sumerians in South America (Antiguas escrituras de Sudamérica: los sumerios en Sudamérica) que el Trono del inca, una talla inmaculada de escalones bajos, es similar a los símbolos protosumerios. Otros signos de las huacas o rocas labradas de Rodadero y la Roca Blanca de Chuquipalta son asombrosamente parecidos a la escritura hallada en Pokotia y Fuente Magna.
Además de la influencia sumeria en los antiguos sistemas de escritura sudamericanos, es interesante destacar que la estatua de Pokotia y los monumentos de Tiahuanaco presentan tocados similares, así como marcas a modo de costillas a lo largo del pecho. Esta coincidencia revela la relación entre los constructores de dichos monumentos.
Izquierda: estatua de Pokotia. Derecha: estatua de Tiahuanaco
Izquierda: estatua de Pokotia. Derecha: estatua de Tiahuanaco
En la región sudamericana en la que probablemente se encontraba el mítico Kuga-Ki se habla la lengua aymara. Hay palabras aymara similares a sus equivalentes sumerias. Este hecho no resulta sorprendente después de descifrar las inscripciones de la estatua de Pokotia y la Fuente Magna. Estos documentos revelan que los sumerios llevaron hasta Bolivia diversos aspectos de su religión.
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Las evidencias lingüísticas confirman la idea de que los sumerios que vivían en Kuga-Ki eran mineros. El término sumerio para el cobre era urudu; esta palabra concuerda con las palabras aymara para el oro (‘ouri’) y el cobre ‘anta, yauri’. La similitud entre estos términos sugiere que los sumerios podrían haber sido el primer pueblo del Viejo Mundo que explotó las minas de metales repartidas por toda la región del Titicaca en lo que hoy es Bolivia.
La presencia de palabras sumerias en la lengua aymara, los topónimos sumerios en Sudamérica y la escritura sumeria de la Fuente Magna y la estatua de Pokotia evidencian que la civilización sumeria se extendió en el pasado por Sudamérica. Esto me lleva a deducir que los actuales Bolivia y Perú podrían haber constituido antiguamente Kuga-Ki, el ‘País del Estaño al Oeste’ que mencionan las inscripciones sumerias.
Imagen de portada: La cordillera de los Andes al atardecer (CC BY 2.0)
Autor: Dr. Clyde Winters
Fuente: Ancient Origins