El llamado arroz dorado es uno
de los mitos más caros de la industria biotecnológica para intentar
cambiar el rechazo generalizado a los transgénicos.
Lo presentan como el arquetipo del
transgénico bueno porque es un arroz que expresa un precursor de la
vitamina A, cuya falta es una deficiencia importante para muchas
personas que padecen malnutrición y que en casos extremos puede llevar a
la ceguera. Sus promotores no han logrado probar que en la práctica
realmente sirva para aportar vitamina A. Además, en 2017, científicos en
India dieron cuenta de un experimento de campo que mostró que al
integrar ese constructo transgénico al arroz, cayó el rendimiento y la
calidad del cultivo de tal modo que la cosecha fue inservible.
El llamado arroz dorado ha sido usado
abundantemente como arma de propaganda. Una carta –nada científica–
firmada por un ciento de Premios Nobel en 2016 fue quizá el ejemplo más
ilustrativo de la manipulación que ha hecho la industria de los
transgénicos con este arroz. La carta está plagada de falsedades, que
deberían avergonzar a quiénes la firman y a quiénes siguen citándola
como si fuera un documento serio. (https://tinyurl.com/y9742ang)
Este tipo de campañas no sorprende por
parte de la industria agro-biotecnológica, en la que se cuenta empresas
como Monsanto, de la que se ha probado hasta casos de corrupción para
aprobar sus productos, por ejemplo en Indonesia. Lo sorprendente en este
caso es que el arroz dorado no existe funcionalmente, ya que ni los
científicos que lo promueven ni Syngenta, que lo tiene patentado, han
logrado hasta ahora producir una línea estable de arroz dorado que
cumpla con los beneficios que le atribuyen.
A esto se sumó en 2017 que en
experimentos de campo realizados en la India, el constructo transgénico
transferido a una de las mejores variedades de ese país dañó
significativamente la productividad y calidad del arroz. Un equipo de
científicos hizo un estudio introduciendo los rasgos transgénicos para
hacer arroz dorado con la variedad Swarna, una variedad muy productiva
de la India. El arroz resultante expresó provitamina A, pero el
rendimiento bajó drásticamente, con plantas enanas, hojas pálidas, muy
pocos granos y raíces laterales anormales.
Luego de análisis detallados, el equipo
concluyó que la atrofia de las plantas se debió a la interferencia del
constructo transgénico del arroz dorado con la producción de auxinas,
hormonas vegetales propias del arroz que promueven su crecimiento.
(Bollinedi et al, 2017 https://tinyurl.com/y 94t6bjp)
Al respecto, la Dra. Allison Wilson
reflexiona en un artículo en Independent Science News en octubre 2017,
que con impactos imprevistos de tal gravedad, es hora de decir adiós a
este costoso y fallido experimento. (https://tinyurl.com/yb74o8d4)
Los que promueven los transgénicos
aseveran que si este arroz no pudo llegar a comercializarse, fue por la
oposición de organizaciones ambientalistas a los transgénicos, lo cual
habría impedido a los niños del tercer mundo acceder a él. La realidad,
afirma Wilson, es que después de dos décadas y pese a una cantidad
enorme de recursos, tiempo y apoyo financiero inusitadas para cualquier
investigador público, queda claro que son problemas intrínsecos al
desarrollo de OGM lo que ha impedido su comercialización. Según el Dr.
Jonathan Latham, director de Bioscience Resource Project y citado en el
mismo artículo, “el arroz dorado de Syngenta causó un colapso metabólico
[en el arroz de India] … Las críticas clásicas a la ingeniería genética
en el desarrollo de cultivos se basan por una parte en que el ADN
foráneo introducido perturba las secuencias genéticas nativas y por otra
en que habrán interferencias imprevisibles del metabolismo normal de
las plantas. La experiencia con el arroz dorado ejemplifica ambas fallas
a la perfección”.
Esto es el problema fundamental de la
ingeniería metábolica, afirma Wilson. Parece ser más fácil alterar
artificialmente el metabolismo de las plantas –por ej, para que
produzcan el precursor de la vitamina A– que controlar que no ocurran
alteraciones imprevistas al mismo tiempo, con efectos negativos para el
desarrollo de los cultivos.
El denominador común de los
experimentos con ingeniería genética, transgénicos y la ahora llamada
edición genómica es el enfoque extraordinaria e intencionalmente
estrecho para apreciar tanto los problemas que se supone quieren
solucionar, como los medios para conseguirlo.
Por ejemplo, se enfoca sólo en la
deficiencia de vitamina A, aislándola de la situación general de pobreza
y malnutrición (que provoca muchas otras deficiencias) de quienes la
padecen. En Filipinas –país donde se desarrolla el arroz dorado– las
campañas para mejorar la alimentación, volviendo a integrar verduras y
arroz tradicionales en la dieta, han dado excelentes resultados para
cubrir la deficiencia de vitamina A de forma durable, con un costo
muchísimo menor. Ya ni siquiera se considera un problema de salud
pública.
La solución tecnológica propuesta por
la industria y biotecnólogos, ignora además (u obvia intencionalmente)
la complejidad de los genomas y sus interacciones dentro de los
organismos y en la co-evolución con los agro y ecosistemas, produciendo
aberraciones como sucedió con una de las más productivas variedades de
arroz de la India.
Por todo ello es absurdo que
empresarios-biotecnólogos en México, como F. Bolívar Zapata, Luis
Herrera Estrella y A. López Munguía, usen el mito del arroz dorado como
ejemplo para defender la siembra de maíz transgénico en México. No
convencen a nadie –o quizá a algún desinformado– pero le sirven bien a
Monsanto y Syngenta. (https://tinyurl.com/y8auu5qq)
* Investigadora del Grupo ETC
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