Por Steven Druker / independentsciencenews.org
Durante más de
20 años son numerosos los científicos e instituciones científicas que
han afirmado que los alimentos modificados genéticamente son seguros. Y
debido a la autoridad que se percibe en sus declaraciones, la mayoría de
los responsables políticos y de los medios de comunicación les han
creído. Pero cuando revisamos detenidamente las afirmaciones de estos
científicos, se ha evidente que mucho de lo que dicen es falso, ya sea
deliberadamente o por negligencia. Y cuando estos hechos son considerados de manera razonable, sus argumentos se desploman (1).
En mayo de 2016, la Royal Society del
Reino Unido publicó un claro ejemplo de una publicación supuestamente
científica, pero en realidad poco precisa, sobre los alimentos
transgénicos. Se titula “Cultivos transgénicos: preguntas y respuestas”, donde
se afirma que se ofrecen respuestas “imparciales” y “fiables” a las
preguntas más urgentes de las personas. Sin embargo, un análisis del
mismo revela que no sólo muestra un fuerte sesgo a favor de los
transgénicos, sino que varias de sus afirmaciones son manifiestamente
falsas. A continuación examinanos estas falsedades, revelándose en qué
medida en este documento, y otros publicados por la Royal Society sobre alimentos modificados genéticamente, entran en conflicto con la verdad.
Este análisis tiene
importantes implicaciones, porque si la institución científica más
antigua y respetada del mundo no puede argumentar, sin distorsionar los
hechos, sobre la inocuidad de los alimentos transgénicos, eso viene a
decirnos que tal tergiversación es necesaria para apoyar sus argumentos.
Ocultando la naturaleza antinatural de proceso de transgénesis e ignorando sus preocupantes consecuencias
El sesgo del documento
ya se hace evidente desde el principio, y los autores no dan una
respuesta directa a la pregunta inicial: “¿Qué es la modificación genética de los cultivos y cómo se hace?”. En
su lugar, dan una respuesta confusa, ya que omite las características
más antinaturales y perturbadoras, mientras que oculta lo antinatural
del proceso al que hacen referencia.
No considerando la aleatoriedad y las alteraciones provocadas por el proceso de inserción [de genes]. En
una de las principales deformaciones, los autores evitan mencionar que
los biotecnólogos han estado insertando ADN extraño en el genoma de las
plantas de manera arbitraria, y que las inserciones no sólo interrumpen
la región del ADN en la que se encajan, sino que causan perturbaciones
en toda la cadena del ADN, un fenómeno bien conocido por algunos
científicos como “codificación del genoma” (4).
Ocultando la necesidad de inducir artificialmente la expresión génica. Los
autores se muestran igualmente evasivos en cuanto a explicar cómo
funcionan los genes extraños insertados en la planta, y no revelan un
hecho crucial: que la inserción de un nuevo gen no dota a la planta del
nuevo rasgo deseado. Esto se debe a que es imprescindible traducir la
información codificada dentro del gen para producir una proteína u otra
molécula, y en casi todos los casos, eso no sucederá sin una alteración
artificial del material genético insertado.
Este es el porqué
La condición
predefinida de la mayoría de los genes es estar inactivos y bloqueados
para que no se expresen, lo cual conserva la energía del organismo y
evita que se produzcan proteínas cuando y donde no son necesarias (5).
Un gen pasa de su modo predeterminado inactivo a su modo activo a través
de la actuación de un elemento regulador llamado promotor, un segmento
de ADN unido al gen que sirve como interruptor de encendido/apagado.
Este interruptor responde finamente a las señales bioquímicas
específicas para que el gen se exprese en armonía con las necesidades
del organismo. Consecuentemente, cuando un gen se extrae de una especie y
se transfiere a un gen no relacionado, el promotor raramente (siempre
que lo haga) recibirá señales a las que sea sensible, y el gen
permanecerá inactivo. Por lo tanto, antes de hacer tales transferencias,
los biotecnólogos deben eliminar al promotor nativo y reemplazarlo por
uno que funcione de manera confiable en el medio extraño. Además, para
obtener los resultados deseados, el promotor debe en la mayoría de los
casos no sólo inducir al gen a expresarse, sino también aumentar su
expresión (y consecuentemente la producción de proteínas) a un nivel muy
elevado.
En prácticamente todos
los cultivos transgénicos del mercado, el potente promotor que se ha
utilizado para lograr resultados tan inusuales proviene de un virus
vegetal. No sólo impulsa los genes insertados para producir proteínas a
un nivel anormalmente elevado, sino que además impulsa la producción de
forma continua, independientemente de las necesidades del organismo y
fuera del intrincado sistema regulador a través del cual se controlan
sus otros genes. Esto puede crear serios problemas al inducir
desequilibrios metabólicos o alterar complejos circuitos de
retroalimentación bioquímica.
Por lo tanto, dado el
papel crucial desempeñado por los promotores virales, y una forma de
empleo que no es natural, es razonable esperar que cualquier descripción
supuestamente equilibrada del proceso de transgénesis los mencione – y
lamentar que la Sociedad no lo haga. Se trata de la ocultación de la
desestabilización del proceso que transforma las células modificadas en
plantas completas.
Los autores de la Royal
Society tampoco pueden explicar cómo una célula aislada de una planta a
la que se han incorporado nuevos genes se convierte posteriormente en
una nueva planta. Dicen que esto es posible “porque las células
vegetales individuales tienen una impresionante capacidad para generar
plantas enteras”, pero no revelan que esta capacidad sólo se puede
lograr a través de un proceso claramente artificial, en contraste con
las semillas naturales, que crecen y se convierten espontáneamente en
plantas. Ese proceso artificial se llama cultivo de tejidos, y aunque
los autores mencionan que se emplea, no dicen nada más sobre él, lo que
oculta el hecho de que a través de sus procedimientos, la célula se ve
“forzada a someterse a cambios anormales en el desarrollo” (6) Los
autores también ocultan el hecho de que además de ser antinatural, el
cultivo de tejidos es perturbador y provoca lo que se conoce como un
“shock genómico” que causa numerosas mutaciones en todo el ADN de la
planta.(7)
De este modo, el
sistemático olvido por parte de los autores de estos fenómenos
preocupantes hace que su descripción del proceso de modificación
genética se vea significativamente distorsionada, lo que, como se verá,
conduce también a la distorsión de otras partes clave de su
presentación.
Negado las diferencias significativas entre los cultivos transgénicos y los que se cultivan convencionalmente. Debido
a que los autores reconocen sólo las diferencias más obvias entre la
transgénesis y el cultivo convencional, ignoran las menos conocidas pero
más importantes, y de este modo se atreven a afirmar que la
transgénesis ya no conlleva “efectos imprevistos”, pero esto es
totalmente falso, y los expertos que han tenido en cuenta las
diferencias clave han llegado a la conclusión opuesta (8). Por ejemplo, un importante informe de la Royal Society of Canada concluyó que la modificación genética es mucho más probable que induzca efectos imprevistos, y un informe de la Academia Nacional de Ciencias de EE. UU. también ha reconocido esta mayor probabilidad (9).
Tergiversación de la realidad. Los
autores intentan apoyar su falsa afirmación (1) de que “todos los”
genomas vegetales “reciben con frecuencia” inserciones de nuevo ADN a
través de infecciones virales y bacterianas y a través de la actividad
de “genes saltarines [transposones]”, (2) que estas inserciones son
“similares” a las realizadas a través de la transgénesis y (3) que el
cultivo convencional es por lo tanto igual de probable que tenga
consecuencias imprevistas.
Estas afirmaciones son falsas.
Mientras que los genes
que se insertan en las células vegetales a través de la tecnología de
modificación genética se integran en todo el genoma de la planta
resultante, los genes de virus y bacterias raramente entran en los
genomas vegetales. Aunque los virus infectan con frecuencia a las
células vegetales, rara vez insertan sus genes en el ADN de los gametos
(las células sexuales), un paso necesario para transferirse a la
progenie de la planta y establecerse en el genoma. Consecuentemente, las
pocas secuencias virales de ADN que están presentes en los genomas de
las plantas han estado allí durante mucho tiempo, y durante ese tiempo,
los mecanismos de defensa de las plantas los han desactivado.
Además, los científicos
sólo conocen dos especies bacterianas que pueden insertar sus genes en
el ADN de las plantas, y esos genes casi nunca se incorporan a un genoma
entero (10). Sólo hay tres especies vegetales en las que se han
observado estas integraciones, y sólo una de ellas es un cultivo
alimenticio (patata dulce). Además, los genes bacterianos de las patatas
no tienen ningún efecto perceptible, se transcriben a niveles bajos y
es posible que no produzcan proteínas o produzcan muy pocas (11).
En contraste, los
nuevos genes que se incorporan al genoma de una planta a través de la
transgénesis no sólo producen proteínas, sino que las producen en gran
cantidad, lo que podría causar desequilibrios peligrosos. Como se ha
señalado anteriormente, esta hiperproducción es impulsada por un potente
promotor viral. Mientras que ninguno de los genes activos dentro de los
cultivos convencionales está asociado con ese promotor, se encuentra
adherido a uno o más genes activos dentro del genoma de prácticamente
todos los cultivos transgénicos comercializados (12).
Así que no sólo son
excepcionalmente raras las inserciones de ADN bacteriano y viral en los
genomas de las plantas, y no sólo son diferentes de las inserciones
efectuadas por transgénesis, sino que es sólo a través del proceso de
modificación genética que el nuevo ADN viral ha entrado de forma
generalizada en los genomas de las plantas, y esta intervención ha
generado nuevos riesgos.
Los datos concretos
sobre los “genes saltarines” son igualmente contradictorios según las
afirmaciones de los autores. En realidad, esos segmentos del ADN,
técnicamente denominados “transposones”, rara vez se movilizan en
ausencia de estrés, por lo que la mayoría de sus posiciones actuales se
han mantenido estables desde la antigüedad (13). De hecho, una planta
transgénica es mucho más propensa a que se produzcan nuevas
perturbaciones inducidas por la transposición que su matriz, porque el
proceso de transgénesis tiende a activar los transposones y hacerlos
saltar (14). Por el contrario, la reproducción a base de polen rara vez
hace que los transposones se muevan (15).
Llegando a una conclusión evidentemente falsa. Por
lo tanto, no sólo los autores de la guía de la Royal Society no
reconocen las abundantes pruebas que demuestran los efectos
perjudiciales del proceso de modificación genética, sino que también
distorsionan significativamente las importantes realidades biológicas
que se discuten. Sólo de esta manera pueden concluir que la modificación
genética no tiene más probabilidades de acarrear consecuencias
imprevistas que el cultivo convencional (16).
En evidente contraste,
el grupo de expertos que elaboró el informe de la Royal Society of
Canada, que tuvo en cuenta los hechos que los autores de la guía [de la
Royal Society del Reino Unido] ignoraron o distorsionaron, llegó a la
conclusión de que, si bien el cultivo a base de polen rara vez conlleva
resultados preocupantes no deseados, la “predicción por defecto” para
los cultivos modificados genéticamente debería ser que entraña efectos
involuntarios difíciles de predecir, difíciles de detectar y que podrían
ser perjudiciales para la salud humana (17).
Lo que nos lleva a la
pregunta de si los cultivos transgénicos son seguros, otra cuestión que
los autores de la guía han abordado muy mal.
Declarar que los alimentos transgénicos son seguros es desacreditar el método científico
De todas las preguntas que la guía aborda, ésta es la más crucial. Y responde con un rotundo “Sí”.
Pero esta corta respuesta está, simplemente, injustificada.
Por un lado, la declaración inequívoca de que todos los cultivos transgénicos son inocuos frente a la afirmación de la Organización Mundial de la Salud de que “no es posible hacer declaraciones generales sobre la inocuidad de todos los alimentos transgénicos“. Como señaló la OMS, porque “los
distintos organismos transgénicos incluyen genes diferentes insertados
de diferentes maneras”, es necesario evaluarlos “caso por caso”.
Descartando injustificadamente todas las investigaciones que han descubierto posibles daños. Entonces, ¿cómo intentan los autores apoyar su afirmación de que han tenido en cuenta todos los estudios? Declaran:”Todas
las pruebas fidedignas presentadas hasta la fecha muestran que los
alimentos transgénicos disponibles en la actualidad son al menos tan
inocuos para el consumo como los alimentos no transgénicos“. Y afirman que “no se han encontrado evidencias de efectos negativos relacionados con el consumo de ningún cultivo transgénico aprobado“.
Pero sí ha habido tales evidencias, y muchos estudios publicados en revistas revisadas por pares han detectado efectos perjudiciales para los animales que
consumieron un cultivo transgénico. Por ejemplo, una revisión
sistemática de los estudios toxicológicos sobre alimentos transgénicos
publicados en 2009 concluyó que los resultados de “la mayoría” de ellos
indican que los productos “pueden causar efectos hepáticos,
pancreáticos, renales, y reproductivos y alterar los parámetros
hematológicos, bioquímicos e inmunológicos cuya importancia se desconoce“.
Otra revisión que abarcó los estudios adicionales publicados hasta
agosto de 2010 también proporcionó motivos para la cautela. Concluyó que
existía un “equilibrio” entre los grupos de investigación “que sugería”
que los cultivos transgénicos son tan seguros como sus homólogos no
transgénicos y “aquellos que aún plantean serias preocupaciones” (19).
Entre 2008 y 2014 se
han publicado ocho de estas revisiones en revistas estándar y, en su
conjunto, no ofrecen ninguna base para proclamar inequívocamente su
seguridad. Como observó Sheldon Krimsky, profesor de la Universidad de
Tufts, en un examen exhaustivo que también se publicó en una revista
especializada:”No se pueden leer estas revisiones sistemáticas y concluir que la ciencia sobre los efectos de los transgénicos en la salud hasido resuelta por la comunidad científica”
(20). Sin embargo, los autores de la guía pretender hacernos creer que
ya se ha resuelto de forma concluyente, y que la seguridad de estos
alimentos es total.
Recurriendo a subterfugios. Pero
para ello, recurren a artimañas. Afirman que sólo “unos pocos” estudios
han señalado que un alimento modificado genéticamente provocó daños
cuando en realidad son muchos. Luego, brevemente, rechazan todos estos
estudios por no ser fiables. Y para justificar este rechazo
generalizado, argumentan que cada uno de los estudios ha sido
“cuestionado” en cuanto a su análisis estadístico y metodología.
Pero, basándose en ese
criterio, la mayoría de los estudios en que se sustenta su afirmación de
que los alimentos transgénicos son seguros tampoco serían fiables,
porque también han sido cuestionados. Además, aunque estas últimas
críticas han sido razonadas y justas, la mayoría de los autores de la Royal Society no han actuado del mismo modo (21).
Tratando de manera falaz la investigación de Séralini. La
injusticia se manifiesta de forma sorprendente en los ataques a un
estudio a largo plazo que obtuvo resultados preocupantes. En él, un
equipo de investigadores universitarios liderado por Gilles-Eric
Séralini demostró que un cultivo transgénico aprobado por las Agencias
de Regulación y basado en un anterior estudio toxicológico de
alimentación a medio plazo ( 90 días), causó un daño significativo al
hígado y a los riñones de las ratas cuando se sometió a pruebas a largo
plazo (de dos años de duración) (22).
Esos resultados arrojan
dudas sobre la totalidad de la Industria de los alimentos transgénicos,
ya que ninguna Agencia de Regulación requiere pruebas de más de 90
días, y varios cultivos transgénicos han entrado al mercado sin ningún
tipo de prueba toxicológica.
Así que cuando el
estudio fue publicado en una respetada revista en 2012, los defensores
de los cultivos transgénicos lo denunciaron con dureza y exigieron su
retractación. Pero como era un estudio toxicológico sólido, no pudieron
atacarlo en ese terreno. Así que enfocaron su ataque al aumento en el
índice de desarrollo tumoral en las ratas alimentadas con transgénicos, y
argumentaron que se habían utilizado muy pocos animales para cumplir
con los estándares de un estudio de carcinogenicidad.
Sin embargo, no tuvieron en cuenta varios hechos cruciales:
(1) La investigación no fue diseñada para cumplir las normas de un estudio de carcinogenicidad.
(2) Cumplió con los estándares para un estudio toxicológico.
(3) Los preocupantes resultados toxicológicos se pueden considerar fiables.
(4) Se supone que los tumores deben notificarse cuando se detectan durante un estudio toxicológico.
Sin embargo, a pesar de
la debilidad de sus afirmaciones, continuaron presionando a la revista
hasta que, más de un año después de su publicación – y tras la
incorporación de un ex empleado de Monsanto al consejo editorial – el
estudio finalmente se retiró. Pero no sólo el redactor jefe reconoció la
idoneidad de los hallazgos toxicológicos, sino que la única razón por
la que propuso rechazar los hallazgos relacionados con el tumor fue que
eran “no concluyentes”, lo cual no es una razón válida para la
retractación. Además, de acuerdo con las directrices estándar, incluso
si hubiera habido buenas razones para retractarse de esa parte del
estudio, no debería haber sido retirada conjuntamente con el resto.
El artículo de
Séralini, ilegítimamente retirado, es el único estudio que los autores
de la guía citan para apoyar su afirmación de que todos los estudios que
informan de daños son poco fiables. Y aunque subrayan su retractación,
no mencionan ninguno de los hechos antedichos, dando la falsa impresión
de que ninguno de sus hallazgos son creíbles. Peor aún, tampoco
mencionan otro hecho clave: que el estudio fue posteriormente reeditado
en otra revista científica. Debido a que eso ocurrió casi un año antes
de que su guía fuera publicada, tal omisión es imperdonable – y
francamente decepcionante.
Afirmando falsamente que ningún estudio ha puesto en duda el método de modificación genética en sí mismo
Además de rechazar
injustamente los estudios que informaban de problemas, los autores ni
siquiera los describen de manera justa. Por ejemplo, afirman que ninguno
de ellos ha indicado que el “método de modificación en sí mismo” haya
causado algún daño y que todos los problemas se han atribuido al gen
específico introducido o a prácticas agrícolas particulares.
Esta afirmación es falsa y por doble motivo.
Primero, en casi todos
los casos, los investigadores no pudieron determinar qué factor o
factores específicos causaron el daño, por lo que no atribuyeron la
culpa a un gen o herbicida en particular, y el proceso de modificación
genética siempre se ha considerado como posible sospechoso. Además, el
único estudio sobre un cultivo transgénico tolerante a herbicidas
diseñado para evaluar por separado las funciones del herbicida y de la
planta determinó que ambos causaban daños, y que la planta era dañina
incluso sin contener residuos de herbicidas (23). Y debido a que la
fuente exacta del daño inducido por la planta no pudo determinarse, es
posible que alguna característica del proceso de modificación genética
haya sido la culpable.
Segundo, al menos un estudio importante relacionó específicamente el proceso de modificación genética con el daño. Y la Royal Society es consciente de ese estudio porque lideró el sórdido intento de desacreditarlo.
Tergiversación y calumnias de la importante investigación de Pusztai
Ese estudio se llevó a
cabo en el Instituto Rowett bajo la dirección de una reconocida
autoridad en ensayos de seguridad alimentaria, Arpad Pusztai. Reveló que
las patatas transgénicas que producen una rara proteína que es segura
para el consumo de los mamíferos, sin embargo tuvo un impacto negativo
en las ratas que las consumieron, en comparación con las ratas que
comieron las contrapartes no transgénicas, a pesar de que estas últimas
estaban saturadas con las mismas proteínas extrañas que la de las
patatas modificadas. En consecuencia, los investigadores concluyeron que
algún aspecto del proceso de modificación genética en sí mismo era
responsable del resultado (24).
Debido a que esta
investigación involucraba al proceso de modificación genética – e
implicaba riesgos inherentes en la producción de cualquier alimento
transgénico – los defensores de la tecnología lo atacaron ardientemente,
con la Royal Society a la vanguardia. Incluso antes de su
publicación, diecinueve de los becarios de la Sociedad lo desacreditaron
en una carta abierta sin haber visto todos los datos; y la Sociedad
llevó a cabo una revisión sesgada e injustificadamente crítica a pesar
de que la investigación aún no se había publicado y los revisores
tampoco habían visto todos los datos. Tan irregular e injusto fue el
análisis de la Sociedad que el editor de la prestigiosa revista The Lancetreprendió
a la organización por su “asombrosa impertinencia” y su “temerario”
abandono del principio del procedimiento debido (25). Posteriormente, la
Sociedad ejerció una “intensa presión” sobre The Lancet para
disuadirla de publicar la investigación (26), e incluso después de que
esa revista la publicara, la Sociedad continuó injustamente
calumniándola (27).
Por lo tanto, al no
haber sido capaz de refutar honestamente la investigación, y al no haber
bloqueado su publicación en una revista de primer nivel, la Sociedad
ahora tergiversa flagrantemente sus conclusiones, afirmando falsamente
que los daños no tienen ninguna relación con la seguridad del propio
proceso de modificación genética. Y para agravar la injusticia, afirma
que el mero hecho de haber atacado el estudio hace que pierda
credibilidad, ignorando al mismo tiempo el hecho de que el ataque fue
manifiestamente injusto (28).
Informes de otras organizaciones científicas también malinterpretan los hechos
Lamentablemente, la Royal Society no
es la única institución científica que malinterpreta las evidencias
para defender los alimentos transgénicos. Han sido significativamente
distorsionadas en cada informe que afirma que su seguridad ha sido
comprobada.
Además, al igual que
los de la Royal Society, el resto de informes son especialmente injustos
al tratar los estudios de Pusztai y Séralini, presumiblemente porque al
presentarlos de manera justa arrojarían considerables dudas sobre la
inocuidad de los alimentos modificados genéticamente. Tal maltrato se
ejemplifica en el informe de laAcademia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos publicado
en 2016 (29). Aunque se suponía que los autores debían evaluar la
seguridad de los cultivos transgénicos considerando las pruebas
acumuladas desde 1996, ni siquiera mencionaron la investigación de
Pusztai, a pesar de que se publicó en una importante revista en 1999. Y
aunque discutieron el estudio de Séralini, ignoraron por completo los
resultados toxicológicos válidos (y preocupantes). En lugar de ello, se
centraron únicamente en los datos relacionados con el tumor – y
enfatizaron que esos datos fueron considerados “no concluyentes” por el
editor de la revista que se retractó del estudio. Afirmaron que la
incertidumbre refuta la afirmación de que se necesitan estudios a largo
plazo para evaluar adecuadamente la inocuidad de los alimentos
modificados genéticamente, aunque los datos toxicológicos que ignoraron
demuestran claramente la importancia de ello.
Las falsedades están respaldando a las empresas de alimentos transgénicos, pero socavan el conocimiento científico
El análisis anterior ha
demostrado claramente que, a pesar de su aura de autoridad, la
publicación de 2016 de la Royal Society ignora sustancialmente los
principios de la ciencia y tergiversa sistemáticamente los hechos.
También está claro que si ese documento, y documentos similares que
afirman demostrar la inocuidad de los alimentos transgénicos, se
hubieran sustentado en las evidencias científicas y retratado
adecuadamente los hechos, este gran empeño en producir y promover esos
alimentos no podría haber salido adelante.
Además, es evidente que
existe una necesidad urgente de reforma por parte de la Royal Society y
del resto de instituciones científicas que afirman la inocuidad de los
alimentos transgénicos. Como ha señalado el eminente biólogo Philip
Regal, lo que está en juego no es sólo la seguridad de nuestros
alimentos y el futuro de la agricultura, sino el futuro de la ciencia
misma. Es inquietante que las opiniones de la mayoría de los científicos
sobre los alimentos transgénicos hayan sido moldeadas por la
información errónea – y que un grupo relativamente pequeño que promueve
ardientemente estos productos haya engañado a una multitud de otras
personas para que también los apoyen. En uno de los incidentes más
sorprendentes, sólo unos pocos científicos indujeron a más de 120
galardonados con el Premio Nobel a firmar una carta en la que se
ensalzaba la inocuidad de los alimentos transgénicos y se censuraba a
las personas que planteaban preocupaciones, aunque la mayoría de las
afirmaciones de la carta son manifiestamente falsas (30).
Hay una necesidad
urgente porque la autoridad de la ciencia está siendo desafiada
persistentemente respecto al cambio climático y otros asuntos
importantes, y cuando las instituciones científicas influyentes manchan
su integridad en un área, debilita la relevancia de la ciencia en
general.
Por lo tanto, es
imperativo que los científicos que han estado promoviendo los alimentos
transgénicos vuelvan a evaluar sus prioridades, se vuelvan a dedicar a
los estándares desarrollados para mantener y restaurar la comunicación
honesta de los hechos. Nuestra alimentación será más segura, la
agricultura más sana y la ciencia también.
Notas a pie de página:
[1] Altered Genes, Twisted Truth thoroughly
backs this statement up; and it demonstrates that various publications
purporting to establish the safety of GM foods issued by the Royal
Society, the U.S. National Academy of Sciences, the American Association
for the Advancement of Science, the American Medical Association, and
similar organizations rely on multiple misrepresentations. John Ikerd,
Professor Emeritus of Agricultural and Applied Economics at the
University of Missouri, has stated that the evidence with which the book
documents this systematic twisting of the truth is “comprehensive and
irrefutable.”
[2] “GM Plants: Questions and Answers,” The Royal Society (May 2016).
[3] The Royal Society’s
guide employs the terms ‘genetic modification’ and ‘GM process’ to
exclusively refer to the methods that have been used to create almost
all the genetically engineered crops currently on the market, and those
methods are the focus of its discussion. It does not deal with newer
techniques, such as those referred to as ‘genome editing.’ Accordingly,
this article discusses the GM process on which the guide is focused.
[4] Wilson, AK, Latham, JR and Steinbrecher,RA “Genome Scrambling -Myth or Reality? Transformation-Induced Mutations in Transgenic Crop Plants.” Technical Report (October 2004). See also, Latham, JR. Wilson, AK., and Steinbrecher, RA, “The Mutational Consequences of Plant Transformation” Journal of Biomedicine and Biotechnology (2006) Vol. 2006, Article ID 25376.
[5] A small percentage
of an organism’s genes are always in an expressive mode because it’s
essential that their products be constantly available.
[6] “Genome Scrambling -Myth or Reality? Transformation-Induced Mutations in Transgenic Crop Plants.” (cited in note 4) at p. 1.
[7] The term “genomic
shock” has been used in connection with tissue culture by several
biologists. One example is: Kaeppler et al., “Epigenetic aspects of
somaclonal variation in plants,” Plant Molecular Biology 43 (2000): 179–88; 181.
[8] There are some
modes of non-GM crop development that induce a greater number of
unpredictable effects than pollen-based reproduction, and many GM
proponents claim that two of them (inducing mutations via radiation and
via chemicals) have greater potential to do so than does GM. However,
not only are there are sound reasons to contest this claim (as explained
in Altered Genes, Twisted Truth), because the guide’s authors employ the term ‘conventional breeding’ to denote only pollen-based
reproduction, the soundness of their assertions must be judged by
comparing the properties of that particular mode with GM.
[9] “Elements of
Precaution: Recommendations for the Regulation of Food Biotechnology in
Canada.” The Royal Society of Canada (January 2001). National Research
Council and Institute of Medicine of the National Academies (NAS),
“Safety of Genetically Engineered Foods: Approaches to Assessing
Unintended Health Effects” (Washington D.C.: The National Academies
Press, 2004). The chart on page 240 of this report indicates that the
processes used to produce the vast majority of the GM crops that have
been cultivated and consumed are many times more likely to induce
unintended effects than is pollen-based breeding, even when the effects
of tissue culture are not factored in.
[10] The species are Agrobacterium tumefaciens and Agrobacterium rhizogenes.
The rarity of finding their genes within plant genomes is discussed in:
Matveeva, T. et al., “Horizontal Gene Transfer from Genus Agrobacterium
to the Plant Linaria in Nature,” Mol Plant Microbe Interact 25, no. 12 [December 2012]: 1542-51.
[11] T. Kyndt, et al. “ The genome of cultivated sweet potato contains Agrobacterium T-DNAs
with expressed genes.” PNAS vol. 112 no. 18, 5844-5849 (2015)
[12] Because the virus
containing that promoter is not a retrovirus but a pararetrovirus, its
DNA ordinarily doesn’t even enter the DNA of the plant cells that it
does infect, let alone the entire genome of plants. And in cases where
it may have been inadvertently integrated into a genome, it would most
likely have been inactivated.
[13] Fedoroff, N. and Brown, N.M., Mendel in the Kitchen: A Scientist Looks at Genetically Modified Foods(Washington, DC: Joseph Henry Press, 2004) p. 103.
[14] Transposons can be
activated through the disruptions caused by the insertion process and
also through those induced by tissue culture. And some scientists think
they could also mobilize due to destabilizing effects of the powerful
viral promoters.
[15] Mendel in the Kitchen (cited
in note 13) pp. 104-05. However, Fedoroff points out that wide crosses
between “very distantly related plants” can activate transposons.
[16] The key issue is
whether GM is more likely than conventional breeding to induce
unexpected, potentially harmful changes in a new plant that were not
present in the parental generation. And it’s clear that the likelihood
is greater — especially considering that the guide’s authors employ the
term ‘conventional breeding’ to refer solely to pollen-based
reproduction.
[17] “Elements of Precaution” (cited in note 9) p. 185.
[18] Dona, A., and I. S. Arvanitouannis. 2009. ‘‘Health Risks of Genetically Modified Foods.’’ Critical Reviews in Food Science and Nutrition 49 (2): 164-75.
[19] Domingo, J. L., and J. G. Bordonaba. 2011. ‘‘A Literature Review on the Safety Assessment of Genetically Modified Plants.’’ Environment International 37 (4): 734-42.
[20] Krimsky, S., “An Illusory Consensus Behind GMO Health Assessment,” Science, Technology & Human Values, November 2015; vol. 40, 6: pp. 883-914., first published on August 7, 2015
[21] For a detailed discussion, see Chapters 6 and 10 of Altered Genes, Twisted Truth. Extensive documentation is also provided in GMO Myths and Truths.
[22] Seralini, G.-E.,
et. al. 2012. ‘‘Long Term Toxicity of a Roundup Herbicide and a
Roundup-tolerant Genetically Modified Maize.’’ Food and Chemical Toxicology 50:4221-31 (retracted 2013). Republished inEnvironmental Sciences Europe 26:1-17 (2014).
[23] That study was Séralini’s long-term test, referenced in note 22.
[24] Ewen, S. W. B., and A. Pusztai. 1999. ‘‘Effects of Diets Containing Genetically
Modified Potatoes Expressing Galanthus nivalis Lectin on Rat Small Intestine.’’ Lancet 354 (9187): 1353-54.
[25] Editorial: “Health risks of genetically modified foods,” The Lancet 353, May 29, 1999: 1811 and Horton, R., “GM Food Debate,” The Lancet 353, issue 9191, November 13, 1999: 1729.
[26] Flynn, L. and M. Gillard, “Pro-GM food scientist ‘threatened editor’,” The Guardian, October 31, 1999. The Lancet’s editor stated that the Royal Society exerted “intense pressure” in an attempt to “suppress publication.”
[27] For instance, the Society’s Biological Secretary asserted that the Lancet published
Pusztai’s research “in the face of objections by its
statistically-competent referees.” But because five out of the six
referees voted for publication, the Secretary’s implication that more
than one objected is false — and the implication that each of the five
scientists who voted favorably lacked competence in statistics is almost
surely false as well. (Bateson, P., “Mavericks are not always right,” Science and Public Affairs, June 2002.) The unjustness of the Society’s attack is more extensively described and documented in Chapter 10 of Altered Genes, Twisted Truth.
[28] Although the
authors do not specifically mention the Pusztai study, or any studies
besides the long-term one conducted by Seralini’s team, their
categorical assertions logically encompass it; and those assertions
misrepresent it.
[29] National Academy of Sciences, “Genetically Engineered Crops: Experiences and Prospects” (Washington D.C.: The National Academies Press, 2016)
[30] For an examination of the letter’s inaccuracies, see the article I co-authored with David Schubert, a professor and laboratory director at the Salk Institute for Biological Studies.
(Parts of this article
appeared in The Ecologist on 13 July 2016 titled: “Royal Society Must
End Its Partisan, Unscientific Support for GM Crops and Food”)
Steven M. Druker is an American public interest attorney who, as executive director of the Alliance for Bio-Integrity,
initiated a lawsuit that exposed how deceptions by the U.S. Food and
Drug Administration had enabled the commercialization of GM foods.
He is the author of Altered Genes, Twisted Truth: How
the Venture to Genetically Engineer Our Food Has Subverted Science,
Corrupted Government, and Systematically Deceived the Public, which was released in March 2015 with high praise from many experts and a foreword by Jane Goodall hailing it as “without doubt one of the most important books of the last 50 years.”
Website: alteredgenestwistedtruth.com
Visto en : Noticias de abajo
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