La novedad hoy es que los
arqueólogos trabajan con las petroesferas precolombinas de Diquís (en
Costa Rica) que se han encontrado ubicadas en su sitio original,
semienterradas, ya que las que se conocían hasta ahora, habían sido
desplazadas o destruidas porque los profanadores llegaron a pensar que
escondían tesoros en su interior.
«Hemos estudiado el terreno en el que
se encuentran más de 15 de estas esferas y algunas están colocadas al
costado de ramblas que acceden a edificios residenciales, como para dar
la bienvenida. Se utilizaban como signo de jerarquía, de rango y de
distinción étnica», explica el arqueólogo Francisco Corrales, del Museo Nacional de Costa Rica.
Las esferas se encuentran en cuatro
zonas arqueológicas declaradas Patrimonio Mundial, y denominadas:
Batamal, Finca 6, Grijalba 2 y El Silencio.
En Finca 6 es donde se descubrieron las
esferas semienterradas y donde se trabaja en la actualidad en su
análisis y desenterramientos.
Únicas en el mundo
«Es una oportunidad increíble de
estudiar estos elementos únicos en el mundo y en particular las cinco
esferas parcialmente enterradas en Finca 6», dice la arqueóloga e
investigadora mexicana Isabel Medina. «El trabajo pues es liberar las
esferas mediante una excavación arqueológica con el fin de documentar su
estado, tanto en la superficie superior expuesta, como en la parte bajo
tierra, ello con el objetivo de conformar un expediente del estado
físico de cada una».
Según la arqueóloga, la decisión de
mantener a las esferas semienterradas «ha sido la adecuada por su
conservación ‘in situ’ y su posterior estudio», que se está ya
realizando con un equipo multidisciplinar del Museo Nacional de Costa
Rica.
Casi perfectas
Las esferas tienen una perfección
increíble ya que «algunas llegan al 96 por ciento», afirma Corrales,
quien también estudia los instrumentos con los que se fabricaron: «Hemos
encontrado las herramientas que se utilizaban cerca de las esferas y
los instrumentos para darles el alisado. Hay esferas muy perfectas de
casi el 96 por ciento y otras más vastas. Se fabricaban en varios
materiales, rocas de granito y gabro, piedra caliza o arenisca, pero la
mayor parte en gabro».
«Se fabricaban con grandes bloques de
piedras que se trasladaban hasta donde se colocaban, utilizando
herramientas también de piedra como martillos, y después se realizaba un
trabajo más fino de pulido», añade.
«Las sociedades indígenas trabajaron la
piedra desde el momento que llegaron hace miles de años. Alrededor del
400 antes de Cristo comenzaron con la manufactura de las esferas
inspiradas, tal vez, en los cantos rodados de los ríos», explica el
arqueólogo.
Las esferas se hallan en varios
contextos, como en grupos de hasta 14 o 15, en áreas abiertas en las
aldeas, y también en zonas periféricas como lugares especiales. Las
pequeñas en contextos cerrados con fragmentos de esculturas, y muy pocas
fueron encontradas en tumbas.
Origen incierto y misterioso
Digan lo que digan los expertos,
demuestren lo que demuestren, la existencia de las petroesferas y su
evidente perfección provocan teorías de todo tipo y que todo tipo de
gente quiere escuchar.
Por ejemplo, los antropólogos Ivar Zapp
y George Erikson aseguran que las esferas son la gran prueba de que en
el delta del Diquís se asentó una gran civilización de cara al mar. En
su obra La Atlántida en América argumentan que las petroesferas les
indicaban rutas marinas, como instrumentos de navegación, y que su
alineaciones señalaban sitios megalíticos como las Columnas de Hércules
(Gibraltar), las pirámides de Egipto, Stonehenge, o la Isla de Pascua. Y
sugieren así que los supuestos atlantes tuvieron relación con otras
civilizaciones.
Otra teoría achaca las petroesferas a
extraterrestres, quienes las habrían trasladado desde algún lugar remoto
del Universo, ya que —según versa esta teoría— el material con el que
están hechas no se encuentra en el delta del Diquís.
Por su parte, las tradiciones,
fundamentalmente orales y provenientes de las poblaciones indígenas en
contacto con los borucas, justificaban la existencia de las esferas
porque el dios Trueno las lanzaba a los huracanes para alejarlos con una
«gigantesca cerbatana».
Fuente: Museo Nacional de Costa Rica/EFE.
Edición: Miguel Ángel del Hoyo.
Visto en : Mystery Planet
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