Antonio Portugal Alvizuri lleva una vida de investigación a cuestas. Nacido en el Departamento de La Paz, Bolivia, el 14 de junio de 1948 en la población de Chulumani, nos comenta que este espacio cabecera de la Amazonía en su país es “lleno de árboles frutales, montañoso, un lugar muy bello, que me agarra mucho. Mi niñez la hice en la ciudad de La Paz y a los tres años emigré a California, Estados Unidos”. De allí, viajó por el mundo entero.
Sus hermanos vivían en Norteamérica, y obtuvo la greencard tempranamente. Por ello, a los 19 años cuenta que “tuve que servir en las fuerzas armadas, y elegí la marina”, recorriendo el sudeste asiático en ese trayecto. Este viajero que ya tiene a su haber cinco libros mágicos sobre seres de luz, contacto originario, ciudades intraterrenas y quiebres paradigmáticos nos explica sobre la identidad quechua y aymara si encontró alguna similitud entre la cultura andina y la cultura oriental que vio en sus vivencias: “hoy entiendo que cada uno de mis viajes de alguna forma han sido parte de distintas misiones: hay una pequeña islita al norte del archipiélago japonés que tiene muchas similitudes con el mundo aymara o quechua”.
Antonio confiesa que “desde muy niño tuve visiones y premoniciones, heredadas de mi madre”. Le han sucedido diferentes fenómenos. Incluso tuvo viajes al futuro: cuando niño, soñó con viajes muy lejanos, “de construcciones muy diferentes a las que teníamos y a las que estaba habituado, y muy cerca de una ciudad cuyas casas tenían especies de techos curvados y los pescadores boteros usaban paraguas, como yo lo interpreté de niño… desperté y le conté a mi madre. Cuando estuve en la marina norteamericana, y estuve en un puerto al sur de la China, vi exactamente la imagen con la que soñé de niño. Y los sombreros eran los paraguas que había visto…”, relata.
Antonio Portugal, uno de los conferencistas del Segundo Congreso
Internacional de Sabidurías Ancestrales, que se realizará del 14 al 16
de Noviembre.
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Miembro adscrito del Instituto Nacional de Arqueología de Bolivia, trabajó allí por más de 30 años, lo que ha facilitado su ingreso a muchos lugares. Desde allí, ha desarrollado diferentes investigaciones que han apoyado al desarrollo de la arqueología en su país; en uno de esos viajes, tuvo una experiencia que le cambió la vida. Era 1981, y se encontraba contemplando el atardecer en la famosa Isla del Sol, en medio del lago Titicaca: “viendo todas las maravillas de un atardecer, contemplando cómo llegaban los botes de totora, y yo quería compartir el momento con alguien más porque lo encontraba maravilloso, y como había ido solo, pensé ‘qué lástima que no esté con alguien más para poder apreciar juntos toda la belleza que tiene el lugar’… En eso, aparecieron dos viejitos aymaras, muy muy viejitos, con quien me hice amigo; y me invitaron donde había una chinkana… Yo no sabía lo que era una chinkana, y ellos me explicaron que era un túnel. Al preguntarles dónde estaba ese túnel, me dijeron que estaba en el lago menor, no en la Isla del Sol”.
Antonio prosigue su relato: “tras despedirme de los viejitos, volví a la ciudad con la idea de hacer un documental con un investigador amigo, Juan Carlos. Y una noche en la casa de mis padres, donde yo vivía, mientras estaba en mi cama ingresaron por la pared -y no por la puerta- dos seres de luz. Uno se paró delante de mí y el otro se sentó en mi cama y me agarró mi brazo izquierdo; era tal la luminiscencia que transmitían estos seres, que pasó esa energía a mi brazo desde el que me agarraba la mano, iluminándolo también. Yo estaba paralizado, no podía hacer nada, ellos me paralizaron”. El hombre de ciencia prosigue su narración: “eran seres muy bellos, tenían unas túnicas blancas y una cabellera dorada. De sus ojos, que eran de color verde amarillento, salían una especie de láseres que se introducían en mis ojos, y en ese momento comenzaron a darme mucha información que iba directamente a mi cerebro. Me dijeron que no diera a conocer aún el lugar y el contenido de las chinkanas, porque el mundo no estaba preparado, porque aun somos muy destructivos. Me cuentan que se contactaron conmigo porque tengo misiones directas que cumplir, y me informan que me irán preparando. Luego, se fueron y en la pared se quedó por varios minutos esa luminiscencia”.
Los detalles de esa vivencia y lo que sucedió al interior de la chinkana están plasmados en su primer libro, que vio la luz recién el año 2007, tal y como lo pidieron los maestros de luz. Cabe acotar que el mismo Antonio ha comentado en entrevistas anteriores que su interés inicial era eminentemente arqueológico, y la experiencia transformadora que lo llevó a entender dimensiones y portales de espacio tiempo más allá de la lógica científica, transformó su forma de ver el mundo.
De acuerdo a Antonio, los seres de luz que lo visitan “son seres con los que vivimos normalmente; son seres invisibles, que están en todo el mundo, pero se materializan corporalmente a voluntad. La comunicación la realizamos por mensajes telepáticos. Son seres de nuestro planeta, que están aquí”. No tienen nombres; nos comenta. Además, aclara que él no realiza viajes astrales a su propia voluntad, sino que “salgo solamente cuando ellos me vienen a recoger, con mis guías astrales”.
“Tengo mucho trabajo por realizar aun en ese lugar, siempre y cuando los seres de luz, los achachilas de Los Andes y los maestros mayores, así me lo permitan”.
“Tengo mucho trabajo por realizar en ese lugar, siempre
y cuando los seres de luz, los Achachilas de los Andes
y los Maestros Mayores, así me lo permitan”.
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Es que al único lugar al que ha ingresado físicamente es a la chinkana que está ubicada en el lago menor: “ingresé hasta cierto lugar; es impresionante, porque la tapa de este lugar fue removida con la ayuda de un ser vuelto del pasado. Sólo entre tres personas -mi amigo que había llegado de los Estados Unidos, Juan Carlos, el personaje éste y yo, hubiera sido imposible mover una placa de semejante peso… Sin embargo, pudimos abrirla formando un pequeño triángulo para que un cuerpo humano pudiera ingresar. Al momento de abrir, salió un olor tremendamente hediondo, y pensé que habíamos abierto una tumba. Juan Carlos fue el primero en entrar, y al salir, pálido, me dijo que había dos almas dentro: eran los guardianes astrales del lugar, que lo rechazaron. Yo ingresé, bajé por unas gradas con mucho barro en las escalinatas y con un olor fétido, pero pude ver con la luz que tenía en la linterna petroglifos similares a los que hay en Tiahuanaco. Me moría de espanto y de miedo; salí e informé, pero todo esto se truncó, y me alegro, porque de otro modo hubiéramos destruido todo aquello”.
¿Entonces ese lugar aún no está explorado?
– No. Muchas veces hasta me han presionado para revelar el lugar y darlo a conocer. Pero ellos (los seres de luz) me dijeron que esperara; en Tiahuanaco, un grupo de investigadores hemos colocado una especie de geo radar por el largo de 180 metros con un CPU y unas estacas metálicas conectadas a sensores, y con este sistema se puede ver bajo la superficie del lugar, hasta 40 metros de profundidad. Investigamos varios lugares en el sector, y la computadora nos dio, al día siguiente, los resultados de una cámara que mide casi diez metros de ancho por seis de alto, donde ningún arqueólogo ni nadie ha ingresado, más una chinkana de siete metros de ancho.
Ya he pedido el permiso para poder hacer algo sobre ese asunto el próximo año; éste es año de elecciones y no se puede hacer mucho. Tengo ganas de ingresar al lugar, porque te adelanto, Tiahuanaco está apenas rasgado. Lo que hay debajo de Tiahuanaco es grandioso. Además que hemos podido detectar con el mismo sistema, una pirámide en punta, que está también enterrada. Entonces, tengo mucho trabajo por realizar en ese lugar, siempre y cuando los seres de luz, los achachilas de Los Andes y los maestros mayores, así me lo permitan.
¿Crees que estamos preparados para conocer y entender estos hallazgos?
– Más que preparados, creo que hay mucha más conciencia en los corazones, sobre todo en las nuevas generaciones que están naciendo. Tanto mis libros como mis investigaciones han despertado mucha curiosidad alrededor del mundo. Estuve el mes pasado con un investigador de History Channel, que está sumamente interesado en desarrollar más estos temas en documentales. Tiahuanaco tiene muchos secretos y sobre todo misterios. Yo sé -pese a que he recibido muchas críticas por esto-, que los aymaras han sido parte de la construcción del Tiahuanaco; como idioma, el aymara es uno de los más antiguos, y tiene la habilidad de traducir simultáneamente 14 idiomas; el programa se llama ATAMIRI, y fue creado por un gran amigo mío, Iván Guzmán de Rojas.
¿Cuándo fue la última vez que se te presentaron los seres de luz?
– En una conferencia en República Dominicana, en el Primer Encuentro por la Unidad Mundial, en 2013. Me dijeron que tenía que estar cerca del mar, así que me alojé en el séptimo piso de un hotel con vista al mar. Esa noche no pude conectarme, y muy temprano abrí las cortinas, a eso de las siete y media de la mañana, y sentí que me paralizaba, que es el indicador de que vienen. Pero con la luz de la mañana, no pude ver directamente a los seres de luz, aunque me dieron sus mensajes que aun no puedo revelar, pero que tienen que ver con la geografía entre Los Andes y el Caribe.
“No somos ciudadanos de cuarta categoría, como me decían cuando viví en Estados Unidos”.
“No somos ciudadanos de cuarta categoría, como me decían
cuando viví en Estados Unidos”.
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El próximo encuentro por la Unidad Mundial se realizará el próximo año a fines de marzo, en Lima, Perú. Al respecto, Antonio comenta que “nos estamos comenzando a unir: los que dieron la conferencia de diferentes países les gustó lo que hablé, porque me decían que estaban más metidos con la cultura maya y maya chichén, de México, de centro y norteamérica, sin embargo no habían escuchado tanto sobre el Tiahuanaco, la puerta del sol, etcétera”. Además, Antonio remarca que “parte de todo lo que te estoy diciendo, lo daré en la conferencia en La Serena”. Se refiere al Segundo Congreso Internacional de Sabidurías Ancestrales, que se realizará del 14 al 16 de noviembre. [Revisa el reportaje de Revista Las Magas AQUI]
Háblanos de la Ciudad de Luz…
– Bajo el mismo lago menor hay una ciudad intraterrena: la ciudad de luz. Es un lugar lleno de energía, las construcciones son tipo domos, de color beige, y todo lo que hay allí es flotante; los seres flotan, hay tremendas pantallas como de televisión, pero de un grosor de papel, que se van moviendo. Allí están los espíritus de grandes científicos. Hay muchas de estas ciudades: en el Tíbet, en el Titcaca y en otros lugares.
De acuerdo con lo que explica Antonio, en estas ciudades intraterrenas se están desarrollando grandes avances tecnológicos. “Es una ciudad que está dentro del lago: allí fui iniciado por los maestros de luz; no me podía acercar a ellos porque tenían tanta energía que podían dañar mi plano espiritual y mi plano físico, que se encontraba en la ciudad de La Paz”, relata el investigador, y concluye “en realidad yo siempre he vivido dos mundos paralelos, se puede decir; el que normalmente usamos a diario, y el otro mundo que ya mucha gente está empezando a conocer”.
Literatura
Los cinco libros de Antonio se han traducido al inglés y actualmente se venden en Amazon, para leer en Kindle. Si bien aun no está en librerías a nivel nacional, está evaluando la posibilidad de traerlos al país, y traerá algunos ejemplares al Congreso en La Serena. Sus títulos son:
1. La chinkana del titicaca, los túneles secretos del lago sagrado. 2. Ciudades secretas en los andes, los mensaje sd elos seres de luz. 3. En contacto con los maestros mayores 4. Del Tíbet a Los Andes, el encuentro de dos culturas. 5. Pakari, el gigante andino.
Portugal ya finalizó su sexto libro, al que todavía no le ha puesto nombre.
Frescos de más de 400 años que reflejan reptilianos.
Frescos de más de 400 años que reflejan reptilianos. |
En su último libro publicado, “Pakari, el Gigante andino”, menciona a una serie de entidades, entre ellos a los reptilianos, seres que vinieron por lo bello de nuestro planeta y que de acuerdo a Antonio “han estado con nosotros desde hace miles de años y se mimetizan con nosotros muy bien. Son seres con los que hay que tener cuidado”, advierte. El libro se sitúa en un pequeño pueblo en el departamento de Oruro, Sabaya; el autor narra que “me encontré con una mujer aymara muy linda; ella me indicó que fuera donde un ñiatiri o brujo, y cuando fui a la pequeña casita del ñiatiri se transformó en un gigante, quien me narró cómo se hizo el Tiahuanaco, porque él fue parte de la construcción. Me habló de los gigantes, de los reptilianos, de los cíclopes, de los enanos y de la ciudad intraterrena bajo Sabaya…”
Para quienes encuentren fuera de verosimilitud las experiencias narradas por este investigador, existe en la comunidad de Curahuara de Carangas una iglesia que posee frescos, esto es, pinturas realizadas sobre una superficie cubierta con dos capas de cal, datadas en el año 1608 donde se evidencia la existencia tanto de reptilianos como de ciudades intraterrenas. Lo impresionante es que estos hallazgos fueron corroborados después de la publicación del libro.
¿Qué significan para ti tantos años de trabajo y de búsqueda identitaria?
– Estos 30 años para mí han sido muy importantes, porque además de conocer los lugares secretos y haber podido conocer y trabajar en conjunto con grandes e importantes arqueólogos, he conocido el mundo espiritual de los aymaras y de los quechuas, he podido conocer lo que mucha gente no sabe, incluyendo por ejemplo las imágenes de los reptilianos, pintados en una iglesia por un cura hace 400 años… No somos ciudadanos de cuarta categoría, como me decían cuando viví en Estados Unidos. Hemos tenido culturas trascendentes: hemos tenido el gran Tiahuanaco, la Chinchorro en Chile… Las energías del Tíbet ya se han trasladado a lo que es el Titicaca y las montañas. Todo eso está resguardado por los apu achachilas: tenemos mucho de qué sentirnos orgullosos, además de tener un idioma que es uno de los más importantes que ha tenido el planeta Tierra.
Fuente: Antonio Portugal Alvizuri
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