«Vamos camino de ser una
sociedad adicta a las pastillas». Allen Frances, una referencia mundial de la
psiquiatría, sabe de qué habla. Tras dirigir el DSM-IV en 1994 el manual que
establece qué es un trastorno mental y qué no, abre fuego contra quienes han
elaborado la nueva edición. Asegura que la industria farmacéutica «ha ganado
por goleada».
El diván del renegadoAllen Frances,
nacido en Nueva York en 1942, es un psiquiatra con 47 años de experiencia. Fue
decano de la Facultad de Psiquiatría de la Universidad de Duke y uno de los
padres de los DSM. Asume su parte de responsabilidad en todo lo que critica.
Es uno de los padres de la psiquiatría
moderna, pero se ha convertido en un renegado. Así ven a Allen Frances muchos
de sus colegas. Y aún más los laboratorios farmacéuticos. Frances impulsa una
cruzada contra el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales,
el influyente DSM-5, elaborado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría
y considerado como la referencia mundial sobre enfermedades mentales.Supervisó
la edición anterior (DSM-IV, publicado en 1994) y ya entonó el mea culpa
porque, en su opinión, la industria farmacéutica consiguió meter baza para que
se recetasen millones de pastillas a gente que no las necesitaba. Ahora
denuncia en su libro ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel) que el DSM-5, ya
en vigor, es mucho peor...
XLSemanal. En una fiesta, usted se percató de
que algo iba mal con el nuevo manual...
Allen Frances. Sí, era una fiesta de psiquiatras que trabajaban en su
redacción. Estaban eufóricos... Después de una hora de charla con mis colegas,
me di cuenta de que me podían diagnosticar cinco enfermedades mentales según
los nuevos criterios. Y le aseguro que soy una persona de lo más normal.
XL. ¿Qué enfermedades?
A.F. Me encantan las gambas y las costillas. Y cada vez que
pasaba un camarero con la bandeja cogía... Es un claro síndrome del comedor
compulsivo. Además, se me olvidan los nombres y las caras, lo que puede
considerarse como un trastorno neurocognitivo menor. Mis preocupaciones serían
fruto de un trastorno mixto ansioso-depresivo. Soy bastante hiperactivo y
despistado, síntomas de trastorno de déficit de atención adulto. Y la pena que
siento por la muerte de mi esposa se puede diagnosticar como un trastorno
depresivo... ¡Ah!, y todo eso sin contar las rabietas de mis nietos, que
padecerían un trastorno desintegrativo infantil.
XL. Usted lideró la elaboración del manual
anterior y ya fue muy crítico...
A.F. Sí. Y eso que fuimos muy cautelosos a la hora de
introducir cambios. De hecho, solo aceptamos dos de los 94 nuevos trastornos
propuestos. Pero no sirvió de nada. La industria farmacéutica buscó los
resquicios para meternos varios goles. Y a pesar de nuestras mejores
intenciones, hemos asistido a varias epidemias psiquiátricas en los últimos
años.
XL. ¿Cuáles?
A.F. Trastorno por déficit de atención, autismo y desorden bipolar.
Se ha diagnosticado a millones de personas, que ahora dependen de
antidepresivos, antipsicóticos, ansiolíticos, somníferos y analgésicos. Nos
estamos convirtiendo en una sociedad adicta a las pastillas. El 11 por ciento
de los adultos y el 21 por ciento de las mujeres de los Estados Unidos tomaron
antidepresivos en 2010; el 4 por ciento de nuestros niños toman estimulantes;
el 25 por ciento de los ancianos en asilos han tomado antipsicóticos. Hay más
visitas a urgencias y más muertes a causa de los medicamentos que por culpa de
las drogas ilegales compradas en la calle. Las compañías farmacéuticas pueden
ser tan peligrosas como los cárteles de la droga.
XL. ¿Los laboratorios presionan a los que
redactan el DSM?
A.F. No directamente. Pero siempre están a la expectativa,
buscando entre líneas las oportunidades de negocio. Aprovechan cualquier
ambigüedad, cualquier trastorno no suficientemente definido... Y luego tienen
un marketing muy potente que dirigen a los pacientes, con anuncios en
televisión, revistas, Internet; y también a los médicos de atención primaria.
El 80 por ciento de las pastillas las recetan médicos de cabecera después de
una consulta de siete minutos.
XL. ¿Y qué cree usted que va a pasar?
A.F. El nuevo manual ha introducido muchos trastornos que en
realidad son las reacciones normales de la gente normal a las vicisitudes de la
vida. El resultado es que habrá nuevas epidemias psiquiátricas. Y eso se
traducirá en un consumo excesivo de fármacos que pueden ser muy dañinos, además
de caros. La triste paradoja es que se está medicando a mucha gente que no los
necesita. Y no se trata a los que de verdad los necesitan. En los Estados
Unidos tenemos a un millón de enfermos mentales en las cárceles.
XL. Pero los DSM tienen un prestigio enorme...
A.F. Hasta los años ochenta eran unos libritos que no leía casi
nadie. Pero llegó el DSM-III, un libro muy gordo que se convirtió en un
superventas y a partir de entonces estos manuales se consideran la biblia de la
psiquiatría.
XL. ¿Por qué?
A.F. Porque tienen un gran impacto en la vida de las personas:
señalan a quién se considera sano y a quién enfermo, qué tratamiento se aplica,
quién lo paga, quién recibe prestaciones por invalidez, a quién se contrata,
quién puede adoptar un niño o quién puede contratar un seguro; si un asesino es
un criminal o un enfermo mental, qué indemnizaciones corresponden en un
juicio...
XL. ¿Cuáles serían los principales errores del
nuevo manual?
A.F. El peor es convertir el duelo normal por un ser querido en
una depresión grave. Si pasas más de dos semanas melancólico y sin apetito, ya
se puede diagnosticar y recetar medicación. Me parece una ofensa a la dignidad.
Todos los seres humanos, incluso muchos mamíferos, experimentan el sentimiento
de pérdida.
XL. ¿Alguno más?
A.F. Las lagunas de memoria propias de la edad se convierten en
un desorden neurocognitivo. Y, por tanto, una tentación para el abuso
comercial.
XL. Pero algo ayudarán las pastillas...
A.F. No hay tratamiento preventivo para las demenciales
seniles. No es algo que se solucione con pastillas. Pero creemos que son la
panacea y nos acostumbran a ellas desde niños. Para tratar los berrinches
infantiles, por ejemplo. ¿Nuestros hijos están más perturbados que los de
generaciones anteriores o son víctimas de los intereses comerciales de los
laboratorios?
XL. No lo sé. Dígame usted...
A.F. Los niños son muy difíciles de diagnosticar. Influyen
factores como la madurez o el desarrollo. Los más jóvenes de clase son los más
propensos. Un niño puede parecer muy alterado esta semana y mucho más tranquilo
a la siguiente. Deberíamos ser muy cautelosos en el diagnóstico. Y los padres
deberían buscar segundas opiniones. Los psiquiatras infantiles a menudo son muy
osados y los niños acaban pagando el pato. Según un estudio, el 83 por ciento
de los menores de 21 años cumplían los requisitos para que les fuera
diagnosticado un trastorno mental. Con el nuevo manual, esta cifra se puede
aproximar al cien por cien.
XL. ¿No exagera?
A.F. La historia de la psiquiatría es una historia de modas en
los diagnósticos. Las modas vienen y van. De repente, todo el mundo parece
tener el mismo problema. Luego, la epidemia pasa y ese diagnóstico desaparece
de la circulación. En el pasado se diagnosticaron miles de casos de vampirismo,
de posesión diabólica, de neurastenia... Las modas dependen de la combinación
de una idea que parece plausible y de nuestro instinto gregario de imitación.
XL. ¿Le preocupa que algunos aprovechen su
mensaje para arremeter contra la psiquiatría?
A.F. Yo creo en la psiquiatría. He tratado a miles de pacientes
que se han beneficiado. Lo que me preocupa es que la psiquiatría exceda su
ámbito de competencia. Un buen diagnóstico y un tratamiento cuidadoso salvan
vidas y las mejoran. Pero un exceso también hace mucho daño. Y, a la larga, la
gente puede perder la fe en la psiquiatría y no buscar tratamiento, lo cual
puede ser fatal.
XL. ¿Y qué se puede hacer?
A.F. Creo que es muy importante defender la normalidad y
también la psiquiatría. Tenemos que controlar mejor el sistema de diagnóstico.
Y controlar a los laboratorios. Hace falta más psicoterapia para problemas
menores y sobra medicación. Necesitamos mecanismos para vigilar los nuevos
diagnósticos de manera tan escrupulosa como se hace con los nuevos fármacos. Y
debemos gastar mucho más dinero para tratar a las personas realmente enfermas.
En los Estados Unidos se han perdido un millón de camas psiquiátricas en el
último medio siglo. Estos pacientes han sido abandonados por el sistema.
XL. ¿Dónde trazamos la línea de lo que es normal?
A.F. La mayoría de nosotros somos bastante normales. Lo que
pasa es que somos diferentes. La naturaleza es sabia. Ha tirado los dados
billones de veces y sabe que la diversidad es la mejor apuesta para sobrevivir
a largo plazo. Los humanos no somos tan sabios. Tenemos una tendencia bastante
idiota a jugarnos el futuro a una sola carta.
XL. Explíquese...
A.F. Piense en la agricultura y la ganadería modernas. Nuestra
fuente de alimentos depende ahora de un enorme monocultivo global de plantas y
animales genéticamente homogéneos. No hemos aprendido nada de la hambruna
irlandesa de la patata. Una plaga agresiva y pasaremos hambre.
XL. ¿Y qué tiene que ver eso con la industria
farmacéutica?
A.F. Mucho. Los laboratorios están decididos a formar un solo
monocultivo humano, un hombre estándar. Cualquier diferencia humana se
convierte en un desequilibrio químico que hay que tratar con una pastilla.
Transformar las diferencias en enfermedades es una de las mayores genialidades
comerciales de nuestro tiempo, a la altura de Facebook o Apple. Pero es muy
peligroso y muy dañino. La diversidad humana tiene alguna utilidad. Nuestros
antepasados triunfaron porque en la tribu coexistían varios talentos. Había
líderes narcisistas, seguidores felices de depender del líder, paranoicos que
detectaban los peligros, personas obsesivas que hacían bien su trabajo,
exhibicionistas que conseguían pareja...
XL. ¿Entonces estamos todos un poquito
'pirados'?
A.F. Darwin decía que si éramos capaces de sentir tristeza,
ansiedad, pánico, disgusto o rabia, ello se debía a que todas esas emociones
nos ayudan a sobrevivir. Necesitamos llorar la pérdida de seres queridos o
nunca los habremos amado de verdad. Necesitamos preocuparnos de las
consecuencias de nuestros actos o nos buscaremos problemas. En fin, lo que
hacemos siempre lo hacemos por alguna razón...
XL. ¿Se ve usted como una especie de oráculo
al que pocos hacen caso?
A.F. Sé que formo parte de una minoría. Pero considero que no
es una batalla perdida. Hace unos años, la industria tabaquera era igual de
poderosa que la farmacéutica. Además, nuestra causa es justa.
XL. ¿Qué le diría a sus colegas?
A.F. Que se acuerden del juramento que hicieron. El legado de
Hipócrates es hoy tan válido como hace 2500 años: sé modesto, conoce tus
limitaciones y no hagas daño.
Cinco enfermedades que no lo son...
... «y que se pondrán de moda», alerta
Frances. Sus 'síntomas' son parte de la vida cotidiana y no tienen ni una
definición precisa ni un tratamiento eficaz.
Duelo por la pérdida de un ser querido. Durante un tiempo, la
gente experimenta, en su proceso de duelo, los mismos síntomas de la depresión.
Tristeza, pérdida de interés, falta de sueño y apetito, disminución de la
energía y dificultades para trabajar son la imagen clásica de la pena profunda.
Un trastorno depresivo mayor no se debería diagnosticar si la persona no tiene
ideas suicidas o delirantes ni presenta síntomas graves, prolongados e
incapacitantes».
Rabietas de los niños. Lo han bautizado como
trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo... Se convertirá en
un cajón de sastre para medicar a niños que no lo necesitan, dependiendo de la
tolerancia del médico, la familia o el colegio a estos niños 'incómodos'. Un
berrinche es una forma de expresar rabia o angustia. Casi nunca es señal de un
trastorno. Las rabietas comunes es mejor ignorarlas. Las persistentes pueden
requerir una valoración».
Problemas de memoria en la gente mayor. Los mayores olvidan dónde han dejado las llaves o las
gafas. La pérdida de capacidad mental es ya una afección: trastorno
neurocognitivo menor. Califica a gente que no sufre aún demencia, pero que, al
mostrar signos de deterioro, podría desarrollarla en el futuro. Lo defendería
si hubiese una terapia preventiva, pero no existe. Sí habrá un boom de tomografías,
punciones lumbares y medicaciones. La industria médica hará su agosto».
Falta de concentración. El trastorno por déficit de atención, que prolifera entre
los niños, también causará una epidemia en adultos. Se diagnosticará a gente
insatisfecha con su capacidad de concentración, a universitarios en época de
exámenes, a gente que necesite mantenerse alerta muchas horas, a camioneros...
Abre la puerta para recetar estimulantes que mejoren el rendimiento, y también
con fines recreativos: un coladero para el mercado ilegal».
Glotonería, obesidad. Se llama trastorno por atracón. Basta con darse una
comilona a la semana durante tres meses para padecer esta supuesta enfermedad.
Lo padecería el cinco por ciento de la población, pero su diagnóstico se
disparará en cuanto el público y los médicos sean 'educados' por la industria
farmacéutica. Sería una respuesta a la epidemia de obesidad, pero esa epidemia
no es fruto de un trastorno psiquiátrico, sino de los malos hábitos
alimentarios».
PARA SABER MÁS
¿Somos todos enfermos mentales? Allen Frances. Ed. Ariel, 2014. DSM-5. Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, de la American
Psychiatric Association. Disponible en www.dsm5.org.
FUENTE –www.finanzas.com
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