Un análisis terrestre de la zona interna y externa de algunos de los
cientos de geoglifos descubiertos en el Estado de Acre de Brasil –en la
zona conocida como el Nazca brasileño– ha permitido confirmar que el
Amazonas no era inmaculado antes de la llegada de los europeos, y que
durante milenios fue trabajado de forma sostenible e ingeniosa, hasta el
punto de constituir un ejemplo para el hombre actual.
De este modo, las plantaciones de árboles en la prehistoria de Acre
se llevaron a cabo a pequeña escala, acompañadas de pequeñas
deforestaciones para instalar lo que se cree eran sus “supermercados prehistóricos de productos forestales útiles”,
según ha informado la Universidad de Reading. A diferencia de lo que
permiten los gobiernos actuales para fines comerciales, la gestión
forestal prehistórica no implicaba la erradicación masiva de especies ni
de todo su hábitat.
Los geoglifos de Acre son enormes círculos o cuadrados excavados en
la tierra cuya finalidad continúa siendo un misterio sin aclarar. Debido
a la ausencia de restos de objetos, sabemos que es poco probable que
alguna vez fueran aldeas habitadas, y su diseño tampoco correspondería a
un sistema defensivo, por lo que se cree que su uso fue más bien
esporádico y de naturaleza ritual.
Geoglifos en tierras deforestadas de Fazenda
Colorada, selva amazónica, zona de Río Branco, Acre. Estas curiosas
formas geométricas han sido datadas en torno al año 1283. (Public
Domain)
“En lugar de quemar grandes extensiones de bosques,
ya sea para la construcción de geoglifos o prácticas agrícolas,
transformaron su medio ambiente concentrándose en especies de árboles de
valor económico como palmeras, creando una especie de “supermercado
prehistórico” de productos forestales útiles. La biodiversidad de
algunos de los bosques que aún quedan en Acre puede mantener un fuerte
legado de estas antiguas prácticas ‘agroforestales’”, se ha destacado desde la universidad inglesa después de analizar diversas muestras de terreno.
Informes académicos indican que los primeros ocho geoglifos fueron
descubiertos en 1977 tras una deforestación llevada a cabo para uso
agrícola cerca de la capital de Río Branco. Pero no fueron estudiados en
detalle hasta el año 2005, cuando la Universidad Federal de Acre, la
Universidad Federal de Para y el Museo Paraense empezaron a hacerlo. Las
conclusiones de los académicos brasileños –además de las de los
investigadores de las universidades de Reading y Exeter, del Reino
Unido– han sido presentadas este mes en la revista científica Actas de
la Academia Nacional de Ciencias (PNAS).
“Hemos recuperado pruebas del medio ambiente de la
región de los geoglifos y hemos encontrado trabajos realizados sobre el
terreno donde había bosques plantados por el hombre, que habían sido
previamente administrados durante milenios”, leemos en el artículo de PNAS.
Los primeros ocho geoglifos fueron descubiertos en
1977 tras una deforestación llevada a cabo para uso agrícola
(Fotografías: Edison Gaetano/Revista Pesquisa/La Gran Época)
El profesor de Paleoecología Tropical Frank Mayle explicó además que la investigación “desafía la hipótesis de que la construcción de geoglifos conllevó una deforestación extensa”. A largo plazo, el estudio concluye que la deforestación del Amazonas de Acre, estudiado a largo plazo, demuestra que “es estrictamente un fenómeno moderno”. Los aclarados de bosques que se realizaron en el pasado fueron a pequeña escala, pero al mismo tiempo este hecho permitió “descartar que el Amazonas fuese un espacio virgen”
y, a su vez, reveló el fuerte legado que se ha extendido durante
milenios acerca del antiguo conocimiento de la gestión forestal.
Los investigadores descubrieron que hace alrededor de 6.000 años la
zona estaba dominada por bosques de bambú, que fueron deforestados en
pequeñas áreas donde se construyeron geoglifos. Lugares en los que se
observó la explotación de productos forestales, con ausencia de
deforestación generalizada, motivo por el cual el paisaje boscoso
sobrevivió, casi intacto, hasta finales del siglo XX. Además, la
Universidad de Reading estudió previamente otros geoglifos en territorio
boliviano, cerca de la frontera con Acre, donde se hallaron trabajos de
tierra “monumentales”, pero que no correspondían a antiguos terrenos
forestales.
Jennifer Watling, investigadora del Museo de Arqueología y Etnografía
de la Universidad de São Paulo y directora del equipo, ha pedido que
las evidencias no se usen para que terceros justifiquen la deforestación
actual como una práctica del pasado. También ha aclarado que, a pesar
del enorme número y densidad de yacimientos con geoglifos de la región
–alrededor de 400–, “podemos estar seguros de que los bosques de
Acre nunca fueron vaciados tan extensamente ni durante tanto tiempo como
en los últimos años”.
La investigadora destacó asimismo la sabiduría de las culturas que
subsistieron en el pasado en Brasil a la hora de no provocar la
degradación de los bosques. Por último, señaló “la importancia del conocimiento indígena para encontrar alternativas más sostenibles en el uso de la tierra”.
Imagen de portada: Geoglifo de Acre en Plácido de Castro, utilizado como palco de ceremonias.