El científico Andrés Carrasco (1946-2014), investigó los efectos de los agrotóxicos en la salud, como director del Laboratorio de Embriología Molecular de la UBA (Universidad de Buenos Aires), con lo cual no sumó amigos entre los poderes corporativos y políticos.
Artículo escrito por Darío Aranda, periodista argentino e investigador de los efectos de las fumigaciones con agroquímicos.
“Soy investigador del Conicet y estudié el impacto del glifosato en embriones. Quisiera que vea el trabajo”.
Fue lo primero que se escuchó del otro lado del teléfono. Era
2009 y aún estaba latente el conflicto por la Resolución N°125.
Página12 había dado amplia cobertura a las consecuencias del modelo
agropecuario y este periodista había escrito sobre los efectos las
fumigaciones con agroquímicos.
El llamado generó desconfianza. No conocía al interlocutor. ¿Por qué me llamaba?. El científico avanzó en la presentación. “Mi
nombre es Andrés Carrasco, fui presidente del Conicet y soy jefe del
Laboratorio de Embriología de la UBA. Le dejo mis datos”.
Nunca había escuchado su nombre. Nunca
había escrito sobre científicos y el Conicet me sonaba como un
sello. Llamados al diario y preguntas a colegas. Todos confirmaron que
era un científico reconocido, treinta años de carrera, con
descubrimientos muy importantes en la década del 80 y trabajo constante
en los 90, cuando se enfrentó al menemismo.
Hice la nota. Su investigación fue la tapa del diario, (abril de 2009).
La noticia: el glifosato, el químico pilar del modelo sojero, era devastador en embriones anfibios. Nada volvió a ser igual.
“No descubrí nada nuevo. Digo lo mismo que las familias que son fumigadas, sólo que lo confirmé en un laboratorio”, solía decir él.
Y comenzó a ser invitado a cuanto
encuentro había. Desde universidades y congresos científicos, hasta
encuentros de asambleas socioambientales y escuelas fumigadas. Intentaba
ir a todos lados, restando tiempo al laboratorio y a su familia. También ganó muchos enemigos.
Los primeros que le salieron al cruce: las empresas de agroquímicos. Abogados de Casafe (reúne a las grandes corporaciones
del agro) llegaron hasta su laboratorio en la Facultad de Medicina y lo
patotearon. Comenzó a recibir llamadas anónimas amenazantes.
Y también lo desacreditó el ministro de Ciencia,
Lino Barañao…… Barañao desacreditó el trabajo y defendió al glifosato
(y al modelo agropecuario). Y no dejó de hacerlo en cuanto micrófono se
acercara. Incluso cuestionó el trabajo de Carrasco en encuentros de
Aapresid (empresarios del agro) y, sobre todo, en el Conicet.
Carrasco no se callaba:
“Creen que pueden ensuciar fácilmente treinta años de carrera. Son hipócritas, cipayos de las corporaciones, pero tienen miedo. Saben que no pueden tapar el sol con la mano. Hay pruebas científicas y, sobre todo, hay centenares de pueblos que son la prueba viva de la emergencia sanitaria”.
Los diarios Clarín y La Nación
lanzaron una campaña en su contra. No podían permitir que un reconocido
científico cuestionara el agronegocio. Llegaron a decir que la
investigación no existía y que era una operación del gobierno para
prohibir el glifosato, una represalia por la fallida 125.
Carrasco se enojaba: “Si hay alguien que no quiere tocar el modelo sojero es el gobierno”. Pero Carrasco era funcionario del gobierno: Secretario de Ciencia en el Ministerio de Defensa. Le pidieron que bajase el tono de las críticas al glifosato y al modelo agropecuario.
No lo hizo. Renunció.
El silencio no es salud
Empresas, funcionarios y científicos lo
habían acusado de no publicar su trabajo de glifosato en una revista
científica, sino en un diario.
Se reía y retrucaba: “No
existe razón de Estado ni intereses económicos de las corporaciones que
justifiquen el silencio cuando se trata de la salud pública. Hay que
dejarlo claro, cuando se tiene un dato que sólo le interesa a un círculo
pequeño, se lo pueden guardar hasta tener ajustado hasta el más mínimo
detalle y, luego, se lo canaliza por medios que sólo llegan a ese
pequeño círculo. Pero cuando uno demuestra hechos que pueden tener
impacto en la salud pública, es obligación darle una difusión urgente y
masiva”.…… Le pregunté por qué se metió en semejante
baile. Ya era un científico reconocido en su ámbito y no necesitaba dar
prueba de nada. Tenía mucho por perder en el mundo científico actual.
Me explicó que lo había conmovido el sufrimiento de las Madres del Barrio Ituzaingó de Córdoba. Y que no podía permanecer indiferente.
También lamentó que el Conicet estuviera al servicio de las
corporaciones. Denunció acuerdos (incluso premios) entre Monsanto y
Barrick Gold con el Conicet. Se indignaba.
“La gente sufre y los científicos se vuelven empresarios o socios de multinacionales”
Ética
En 4 de mayo de 2009, el ministro Barañao envió un correo electrónico a Otilia Vainstok, coordinadora del Comité Nacional de Ética en la Ciencia y Tecnología (Cecte).
En un hecho sin precedentes, Barañao aportaba bibliografía de Monsanto y pedía que evalúen a Carrasco.
Nunca había pasado algo similar. La mayor autoridad de ciencia de
Argentina pedía una evaluación ética por un investigar que había
cuestionado al químico pilar del modelo agropecuario. Barañao quería la
cabeza de Carrasco. Vainstok envió un correo electrónico el mismo lunes 4
de mayo, con copia a los nueve integrantes del Comité de Ética. Decía
así:
“Estimados colegas, esta tarde he recibido un pedido de que el Cecte considere las expresiones vertidas en artículos periodísticos por Andrés Carrasco con motivo de su investigación de los efectos del glifosato en embriones de anfibios. Adjunto también la bibliografía aportada por Lino Barañao, la entrevista a Carrasco y la entrevista al Ministro Barañao que sacó Clarín”.
El mail se filtró a la prensa. Y Carrasco se enteró de la operación de Barañao y Vainstok. El escándalo hubiera sido enorme. El Comité de Ética reculó y no juzgó a Carrasco, pero el camino estaba marcado.
Ese mismo agosto, la revista
estadounidense Chemical Research in Toxicology (Investigación Química en
Toxicología) publicó la investigación de Carrasco. Lo que había sido un pedido-chicana de sus detractores, no sirvió para calmar las críticas.
Continuó la difamación de los
defensores del agronegocio. Pero fue un triunfo para los pueblos
fumigados, las Madres de Ituzaingó y las asambleas en lucha. Y
Carrasco comenzó a tejer diálogos con otros investigadores, de bajo
perfil. Sentía particularmente respeto y cariño por jóvenes
investigadores de Universidad de Río Cuarto y de la Facultad de Ciencias
Médica de Rosario. Solía mencionarlos en las charlas y los señalaba
como el “futuro digno” de la ciencia argentina.
Carrasco en Wikileaks
En marzo de 2011 se conoció que la
embajada de Estados Unidos lo había investigado y había hecho lobby en
favor de Monsanto. Documentos oficiales filtrados por Wikileaks
confirmaban el hecho.
“No esperaba algo así, aunque sabemos que estas corporaciones operan al más alto nivel, junto a ámbitos científicos que les realizan estudios a pedido, medios de comunicación que les lavan la imagen y sectores políticos que miran para otro lado. Estaban, y están, preocupados. Saben que no pueden esconder la realidad, los casos de cáncer y malformaciones se reiteran en todas las áreas con uso masivo de agrotóxicos”.
Última entrevista al Dr. Andrés Carrasco.
Por Darío Aranda
Publicada en el periódico CTA de mayo.
Ciencia transgénica
-¿Qué sucedió en el Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas)?
-Soy investigador principal y me presenté
a investigador superior, que es la máxima categoría de un investigador.
Es un concurso donde uno presenta todos los antecedentes de la carrera
científica. El Conicet lo somete a una comisión especial, formada por un
grupo de personas. Una parte, dos o tres, son miembros informantes, que
revisan antecedentes del candidato. Luego lo informan al resto de la
comisión en un dictamen, que la comisión aprueba o desaprueba.
-¿Qué implica la promoción?
-Implica fundamentalmente el
reconocimiento o una carrera en la que uno viene escalando posiciones.
Se analiza todos los méritos y trayectoria del candidato. También
implica una mejora salarial, pero fundamentalmente un reconocimiento a
la carrera.
-¿Por qué rechazan su promoción?
-Apelan a una serie de argucias
retoricas. Hicieron una evaluación cuantitativa y no cualitativa. Y
alguna de las contribuciones más importantes mías sólo las describen, no
las evalúan, no presentan argumentos serios de la contribución del
trabajo, sólo miden cuantitativamente. Dicen que no es suficiente,
deducen que en mi caso no tengo experiencia internacional suficiente.
Además de decir que hubo interrupciones en mi tarea porque desempeñé
tareas de gestión (dos años presidente de, justamente, el Conicet y otro
tanto Secretario de Ciencia en el Ministerio de Defensa). Es insólito
porque reconocen que estuve en cargos de gestión y por otro lado dicen
que durante esos años no hubo producción, pero saben que tuve licencia
sin goce de sueldo con cargo de mayor jerarquía.
-¿Qué es lo que no evaluaron?
-No evalúan seriamente nada. Dicen que
fui primer autor o segundo autor (en las investigaciones firmados por
grupos de trabajo, con varios autores), pero ni siquiera dicen qué es lo
que se investigó. En la década del 80 realizamos una serie de
publicaciones que fueron muy relevantes en el mundo científico. No hacen
mención y se limitan a decir si firmé primero, segundo o tercero. Y no
hay ninguna valoración sobre todo el resto, ni se refieren a los temas
sobre lo que uno trabajó durante años. Hay mucha producción científica
que que no fue valorada. Del dictamen se evidencia que no hubo
valoración cualitativa, no pusieron en relevancia los impactos de las
investigaciones, no señalan si fue novedoso y si contribuyó en la
disciplina.
-¿Esa forma de evaluación es regla de la ciencia o es particular de este caso?
-Lo que corresponde que se haga es un
análisis real del contenido de la carrera científica, no medirlo en
términos de números. No se trata de ver cuántos papeles tenemos
acumulados, usar una balanza y ver cuántos kilos pesa la producción
científica de uno. Así evalúan hoy.
-¿Usted apunta a quiénes lo evaluaron?
-El dictamen es lavado, sin
argumentación, y tiene relación con los evaluadores. Una profesora de
filosofía hindú (Carmen Dragonetti), que debe ser muy buena en lo suyo
pero que no sabe nada de embriología. Un experto en zoología (Demetrio
Boltoskoy) que no conoce de embriología. Y uno de los evaluadores que
está relacionado íntimamente con la industria transgénica y la promoción
del agronegocios (Néstor Carrillo). Hay conflictos de intereses y, por
otro lado, no hay consistencia con el tema que los ocupa. Debieran
haberse excusado y no lo hicieron.
Carrillo ha tenido manifestaciones
públicas contrarias a las críticas al agronegocios, está vinculado
científicamente a empresas como Monsanto a través de Bioceres, es un
convencido de la tecnología transgénica, que mantiene estrechos
contactos con Federico Trucco (CEO de Indear y consecuente
descalificador de la idoneidad científica de Carrasco) y con Aapresid
(empresarios del agronegocios).
-¿Es común que evalúen informantes que no manejan el tema?
-Tienen que tener una idea qué se está evaluando, debiera ser gente que conozca la disciplina.
-¿Evalúan su trabajo sobre glifosato?
-Apenas lo mencionan. Dan cuenta del
número de menciones internacionales pero ponen mucho menos de las que
tuvo. Y hacen como que no tuvo impacto. Miden el impacto con un número
erróneo y no discuten el contenido del trabajo. Mal que les pese, el
trabajo sobre glifosato tuvo impacto en muchos lugares del mundo y lo
debieron considerar.
-¿Qué le dijo el Presidente del Conicet?
-La respuesta fue que él no sabia lo que había pasado.
-¿Pero él lo firmó?
-Sí. Claro.
-¿Y no sabía?
-Él dice eso. Que no sabía. Quizá firma
cosas que no conoce… la decisión de darle la promoción o no se discute
en reunión de directorio… todo el directorio sabía. Desligó su
responsabilidad y minimizó, no negó, lo que plantee sobre la evaluación
teñida de conflictos de intereses y animosidad manifiesta.
-¿Habrá una nueva evaluación?
-No lo sé. Lo solicité por escrito el año pasado y aún no me respondieron.
-¿Por qué hace público este hecho?
-Porque siempre he sido partícipe que los
actos de Estado que benefician o perjudican a personas deben ser
públicos. Y segundo porque desde 2009 han pasado cinco años y el Conicet
ha tenido momentos de hostigamiento hacia mí. Corresponde denunciar esa
saga, me parece que es importante hacerlo público. Se suele acostumbrar
mucho a no discutir por temor a los palazos, pero hay que discutir
aunque la institución sea injusta. Mucha gente fue solidaria conmigo,
piensa que lo que uno hizo tuvo importancia para ellos, tienen derecho a
saber que hay instituciones del Estado que privilegian la arbitrariedad
para sostener discursos, para que el relato no se fisure.
Glifosato
-¿Interpreta como un pase factura por el trabajo sobre glifosato?
-Sin dudas que es un pase de factura por el glifosato. Hay que recordar que el Conicet no fue neutral en ese momento.
-¿Por qué?
-Cuando di a conocer las consecuencias
del glifosato, desde el Conicet armaron una comisión para contestar lo
que yo había dicho. También me prohibieron la asistencia a una Feria del
Libro para hablar del tema. Y el ministro Lino Barañao pidió una
comisión de ética para juzgarme. Todo lo menciono en mi apelación al
Conicet.
-¿Negarle la promoción es un mensaje para otros científicos?
-No creo que sea desconocido por el sector científico, donde hay pocos que están dispuestos a hablar claramente de estas cosas.
-¿Por qué?
-Por estas señales disciplinadoras. Hay
una situación con gente que dicen “con esto no me meto porque viene la
represalia, pierdo el subsidio, pierdo el becario”. Pero creo que no hay
que tener miedo a las posible represalias. Si uno toma una decisión
científica en su carrera que va contra la institución o si no quiere
participar de la linea de la institución, debe tener lugar. La
institución debe ser amplia, para todos, para los que quieren hacerse
empresarios científicos y quienes solo somos investigadores.
-¿Qué responsabilidad le cabe al Presidente del Conicet y al ministro Barañao?
-Al Presidente (Roberto Salvarezza) le
cabe toda la responsabilidad de haber firmado la resolución que niega mi
promoción. Ni siquiera echó una mirada sobre cómo fue el procedimiento.
Él sabe que al firmar convalidó la injusticia. Y Barañao… es sabida su
animosidad manifiesta para conmigo. Hay una bajada de línea, sus hechos y
dichos públicos haciendo juicio de valor sobre la investigación del
glifosato. Tanto en medios públicos, televisión, radio incluso en
charlas publicadas, hubo una reunión pública de Aapresid en Rosario
donde habló de manera despectiva de mi trabajo. Si un ministro hace
juicio de valor sobre la actividad científica de un investigador, el
Ministro me atacó personalmente a mí y mi grupo por nuestro trabajo.
-¿Por qué?
-Lo hizo en un reunión de Aapresid. Dijo
“el problema Carraco se termina dentro de una semana”. Porque iba a
salir un informe del Conicet sobre glifosato y finalmente no lo pudieron
hacer público porque era impublicable. Cuando un ministro dice ese tipo
de cosas, siempre hay discípulos dispuestos a hacerle caso al ministro.
Y si le cae en la mano una evaluación harán lo posible para dejar
contento al ministro. Prácticas de revanchas, venganzas, pequeñeces, son
comunes en el Conicet.
-Para muchas organizaciones que
luchan en el territorio fue un punto de inflexión su trabajo de 2009. Es
extraño que un científico que se involucre en luchas actuales.
-Creo que la investigación de 2009
contribuyó a dar impulso a muchos grupos de colegas que trabajan de
manera similar. Y siempre me sentí muy acompañado por la sociedad civil.
Me resulta difícil medir el impacto en la gente, pero sí coincido que
no es común que un científico salga de la mera investigación de
laboratorio para preocuparse y ocuparse por algo que sucede en los
territorios. Sirvió para sumarse a una discusión actual, que afecta a la
población, y contribuir a una discusión de ese tipo, creo que es lo que
todo científico pretende. Y creo que también ha servido para mostrar
limitaciones y defectos de la ciencia actual. He visto que muchos
colegas legitiman a partir de la mentira. Los mejores científicos no
siempre son los más honestos ciudadanos, dejan de hacer ciencia,
silencian la verdad para escalar posiciones en un modelo con
consecuencias serias para el pueblo.
Conicet
-Para los ajenos al mundo
científico el Conicet pareciera un sello impoluto, de excelencia. Y al
mismo tiempo legitimador de discursos sociales, políticos,
periodísticos. Usted fue presidente del Conicet. ¿Cómo funciona?
-El Conicet no es para nada impoluto.
Estuve dos años al frente del directorio. Tenía muchísimos problemas de
estos todo el tiempo, que teníamos que corregir. Yo mismo he tenido
casos en los que tuve que rechazar dictámenes injustos y hasta intervine
la junta de calificaciones. El Conicet está marcado por la situación
política del momento, seriamente cruzado por internas políticas y las
legitimaciones del momento. La institución no garantiza los derechos a
ser evaluados de manera correcta y el mayor grado de objetividad
posible. No debería nunca estar Néstor Carrillo evaluando mi trabajo, lo
pusieron a propósito.
-¿Qué rol juegan las empresas?
-El Conicet tiene representantes de las
provincias, de la ciencia, de universidades y de la industria y del
agro, como dos grandes sectores económicos. Estos últimos son
representes propuestos por las corporaciones.
-¿Cómo repercute el rol del sector privado?
-El Conicet está absolutamente
consustanciado en legitimar todas las tecnologías propuestas por
corporaciones, modelos de hacer ciencia que implica un profundo y
progresiva asociación con la industria. Ellos promueven un modelo de
investigadores al servicio de empresas, de patentes, de formación
científica con transferencia al sector privado. Ha llegado a tanto esa
vinculación que el Conicet ha inventado un sistema de evaluación
distinto para los investigadores que trabajan con las empresas.
-¿Cómo una evaluación distinta?
-Un sistema que implica que el
investigador puede trabajar para una empresa y no es evaluado mientras
participa de proyectos de empresas, pero siempre como investigador del
Conicet. Si decide dejar la empresa, vuelve a ser evaluado como todos
nosotros. Todo investigador debe publicar, enviar sus trabajos a
revistas, poner en discusión sus trabajos. Los investigadores del
Conicet que trabajan para empresas no está sometidos a estas
evaluaciones. En esos casos el Conicet funciona como proveedor de
recursos humanos de las empresas.
-Si usted hubiera investigado en favor de empresas del agro…
-De seguro el Conicet me daba todas las
promociones que pedía. Muchos de los promovidos por el Conicet están
encolumnados con esta lógica institucional de privatizar la producción
de conocimiento científico. Ese tipo de investigadores está prestigiado
por el Conicet. Y se mira mal a quien no se encolumna en esa forma de
entender la ciencia. Y mucho peor si se los confronta. El Conicet
alienta o cuestiona a investigadores según qué investigue. Si cuestionás
el modelo te puede negar subsidios, te saca becarios, te evalúa de
manera arbitraria.
-¿Cómo se puede comprobar la vinculación del Conicet con el mundo empresario del agronegocios?
-Es pública la vinculación. Se promueven
investigaciones de transgénicos con total financiamiento público del
Conicet, se financia a la empresa Bioceres, donde está Gustavo
Grobocopatel. Se financió el polo tecnológico de transgénicos en Rosario
para desarrollo de semillas, trabajan junto a Aapresid (empresarios que
introdujeron los transgénicos en asociación con las multinacionales del
sector). El Conicet lleva adelante una política en favor de una
determinada tendencia tecnológica y además participa de los negocios que
surgen de esa confluencia con el agronegocios. No lo esconden. Están
orgullosos del modelo de ciencia que hacen.
-El discurso, no sólo del Gobierno, es que se ha invertido mucho en ciencia y técnica en estos años.
-Es cierto. Pero habría que preguntar
ciencia para quién y para qué. ¿Ciencia para Monsanto y para
transgénicos y agroquímicos en todo el país? ¿Ciencia para Barrick Gold y
perforar toda la Cordillera? ¿Ciencia para fracking y Chevron? Hay un
claro vuelco de la ciencia para el sector privado y el Conicet promueve
esa lógica. En lo 90 estaba mal visto. Muchos hicieron la vida imposible
al menemismo para que esto no pasara y hoy aplauden de pie que la
ciencia argentina sea proveedora de las corporaciones.
Para leer el extenso artículo sobre el Dr. Andrés Carrasco, visita la web de donde hemos extraído la información:
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